Conducta esperable de una sissy


 


 Por Evaith Horizont

Notas personales, exploración sissy.

29 de octubre de 2007.

Se espera que una sissy actúe en todo momento, con una actitud dócil, dulce y femenina. Lo más femenina posible de acuerdo a los estereotipos, sus movimientos serán siempre suaves y delicados. Evitará en todo momento movimientos o actitudes bruscas o rudas. Así como todo acto o gesto, que la empodere de alguna manera.

 

            No es necesario que se esté o se muestre asustada. De hecho, si ha logrado la actitud y el comportamiento apropiado se le considera “niña buena” y una niña buena, generalmente es alegre y feliz. Pero si la niña, no es buena, ya sea por no lograr la actitud o el comportamiento adecuado. Se le puede presionar en distintos grados. Primeramente haciéndole los señalamientos y correcciones pertinentes sobre su conducta femenina.

 

            Si persiste en mala conducta o en falta de aplicación, se le puede humillar o avergonzar. Si aún así mantiene una actitud rebelde o inapropiada se le puede castigar de formas más rudas. Aunque se espera que ya en contexto de campo sissy esto no será necesario.

 

            Se recomienda a la Miss o feminstructora a cargo cuidar y exigir manejo apropiado de voz.

 

            Originalmente una sissy está centrada en sí misma y en actitudes egoístas, rudas y/o violentas. Por eso han de pasar un proceso de socialización, educación y aprendizaje a partir de un modelo hiperfemenino.

 

            Inicialmente una sissy es muy dependiente. Originalmente una sissy o candidata a, es rebelde, por eso es susceptible al proceso de feminización forzada.

 

            Una vez que la sissy ha sido domada es vulnerable y sumamente dependiente, es por tanto adecuadamente moldeable.

 

            Por definición dócil y dulce habrá que encauzarla sabiamente para mantener su nobleza y nutrir su espíritu.

 

            Una sissy en entrenamiento no puede, por tanto, ejercer o manifestar autoridad alguna.

 

            Ser siempre amable, cortés y educada. Sumisa, si se le demanda.

 

            Se abstendrá de mostrar iniciativa alguna, a menos que se le indique lo contrario.

 

            Con el paso del tiempo. Se le puede enseñar a ser independiente y mostrar iniciativa. Aprenderá a ser solícita y ayudar a sus hermanas y prójim@, siempre desde una posición altruista y humilde (sencilla).

 

            Cuando una sissy está lo suficientemente “pulida”, se le puede delegar responsabilidad e incluso autoridad sobre otras sissies. Está lista para ser una hermana mayor, o monitora. Si prospera en esta posición y mantiene su diligencia y lealtad puede ser considerada para el entrenamiento de “Miss feminizadora”. Y supongo que el grado máximo al que podría llegar sería al de feministructora (¿o Mentora?).

 

De la nomenclatura de los grados y/o jerarquías.

 

            Sé que poco a poco he ido adaptando el termino “sissy” para el equivalente de la niña dócil y dulce en la que me he querido convertir. Aunque al principio el término no me daba como tal para nombrar la idea que tenía en mente, o que llegaba, de no sé donde. Otro tanto ocurre con las “feminizadoras” que aparecían en mis fantasías de feminización forzada desde mi infancia. El término “feminizadora” lo usé ya en mi vida adulta tratando de describir a aquellos personajes investidos de autoridad y dominio que poblaban mis fantasías de la infancia.

 

            Hoy en día, dentro de la vivencia que he emprendido, siento que la palabra no alcanza a designar la idea de lo que son.

 

            Me queda claro que el término “Mentora” surge en el contexto de mi novela “El aprendiz”, para nombrar a “Heshlin”, un personaje muy particular, y al que pudiera considerar una “feminizadora” muy particular. No obstante, su especificidad difiere del de otras feminizadoras y el término Mentora queda suscrito al contexto de instrucción de las guerreras hechiceras de Greylan en la trama de mi novela.

 

            Por lo que tampoco, puedo nombrar propiamente a las “feminizadoras”, “Mentoras”.

 

            El término “Mistress” también me parece inapropiado y más dado al contexto de BDSM, y no apropiado para la vivencia que estoy teniendo. Al respecto cabe aclarar la distinción que encuentro entre las sissies de las historias de feminización forzada y las sissies en el contexto de mi vivencia.

 

            Las sissy en las historias de feminización forzada es alguien a quien se le impone tal condición contra su voluntad. Acaba siendo una especie de esclava a la que se humilla y avergüenza resaltando su condición y obligándola a labores serviles y con frecuencia a ser objeto sexual. Como la mayoría de los feminizad@s es una especie de personaje trágico, incapaz de liberarse o huir de un destino triste.

 

            En mi actual vivencia yo decido y elijo voluntariamente ser una sissy en entrenamiento. ¿Soy una esclava?... No lo creo. Tal vez, una sierva, o alguien “sujeta u obligada” a servidumbre, podría ser, pero en todo caso, mi sujeción a tal servidumbre es voluntaria. Además pareciera que hay cierto matiz de aprendizaje involucrado en ello. No es una servidumbre fortuita, es una servidumbre para poder aprender. Sí, encuentro cierta “tensión” propia de una relación de dominio-sumisión, que sin embargo, es diferente de una relación ama-esclava. Podría haber cierta semejanza con una relación madre-hija, aunque supongo que la más parecida es una relación maestra-alumna, o tal vez, una relación Mentora-aprendiz (esta última de mi novela. Damina, la aprendiz, se somete a la voluntad de Heshlin, su Mentora, para poder aprender a ser una Guerrera Hechicera. La diferencia aquí es que para Braver-Damina el medio de la humillación es constante)

 

            Sin embargo, como he comentado, una vez que se asume voluntariamente el estado de sissy, la humillación y la vergüenza dejan de ser o tener sentido.

 

            Una vez que se es, que soy niña buena, ya no hay necesidad de “asustarme” más, humillarme o avergonzarme. Incluso puedo sentirme amada, querida, apreciada y protegida por las feminstructoras.

 

            Al ser sissy se alcanza un estado de vulnerabilidad-sensibilidad que al parecer era necesario para mi actual aprendizaje. Y el estado más parecido en la realidad existente era la sensación de vergüenza-humillación-miedo.

 

            Pero al asumirme voluntariamente sissy las vías anteriores dejan de ser necesarias.

 

            Dar servicio o incluso ser sirvienta, puede tener una connotación humillante, pero si esto se hace voluntariamente y con amor, la connotación de humillación deja de ser. Sí, cito el proverbio castellano: “Todos obedecen con gusto cuando el que manda es justo”, es fácil ser sirvienta, cuando se tiene una patrona que es humana, que no abusa de su poder y/o autoridad y valora nuestro trabajo o lo agradece. Esto checa en el contexto actual.

 

            Si soy niña buena, las feminstructoras son justas conmigo, pueden ser duras a veces, pero son y serán justas. No hay crueldad, rudeza, ni humillación gratuita (Aún Heshlin que puede ser cruel, se suaviza ante una niña buena que lo es honesta y genuinamente. A las que sólo fingen o pretenden serlo se las “come en el desayuno”).

 

            En mi actual vivencia, no estoy sometida a esclavitud sexual, aunque reconozco que pareciera que hay cierta “sutil” facilitación para que me asuma una mujer buga y eventualmente tenga un posible esposo. Pero hasta donde entiendo se me da libertad de elección.

 

            En cuanto al trágico destino… Actualmente creo que ser una sissy no me parece un destino trágico, incluso podría ser un destino dichoso. Sí, reconozco, que hay ciertas partes de mí, o instancias que lo objetan. Algunas lo consideran, un pasatiempo, o una locura más o menos inofensiva, mientras mantenga mi trabajo como psicóloga y mis proyectos de vida profesionales. Reconozco que en este momento de mi vida, considero la fantasía de trabajar como secretaría; y como fantasía me gusta. Si supiera que fuera mi opción laboral seria a futuro, supongo que me sentiría algo inquieta. Pero aún así, creo que ya no me parecería un destino trágico. 

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