CRÓNICA DE UNA SEMANA DESESPERADA
Por
Alejandra Zúñiga
Parte 1 de 7
Lunes 14 de marzo 2005.
Empiezo
la semana. Me he dado esta semana como límite para encontrar o conseguir un
trabajo, cualquiera de ser posible. Me quedan cerca de 1800 pesos más en mi cuenta
bancaria, después de eso, no hay más y no veo de donde pueda obtener ingresos.
El
sábado pagué la renta de mi “cuarticasa” eso me da un mes más de vivienda
segura. Tal vez, pueda pagar un mes más y el resto utilizarlo para cubrir mis
gastos diarios de transporte y alimentación. Aún no lo sé.
Decido
empezar la semana con el ánimo en alto. Hoy iré a entregar algunos curriculums,
probaré suerte con las escuelas. Sé que es difícil que pueda conseguir algo,
pero tengo que intentarlo.
Me
arreglo lo mejor que puedo. Me pongo mi trajecito negro con café, el que me
llevé cuando di mi ponencia en Sao Paulo. Me trajo buena suerte entonces. La
blusa es una combinación de saquito y aunque el largo de la falda me llega
arriba de la rodilla, creo que mi imagen es muy profesional, considero que me
veo como toda una ejecutiva.
Hoy me
puse medias, tenía varias semanas que no las usaba, por el clima, he estado
usando otro tipo de zapato, hoy decidí usar mis zapatillas complementan bien el
“look”. Me miro al espejo, me agrada mucho mi imagen. Suspiro ante el temor de
perderla. Como están las cosas, tal vez tenga que buscar un trabajo como varón,
no me agrada la idea, pero ya estoy entrando en desesperación.
Para una
mujer transgenérica como yo llegar a esos extremos es una medida dolorosa y
desesperada. Eso significaría, perder mi cabello, aunque lo tengo bastante
maltratado, le tengo bastante aprecio, incluso me he resistido a teñírmelo de
un color más oscuro. Como hombre, creo que no me vería muy bien con el cabello
güerito.
Además
toda la logística para ello es una pesadilla, no tengo ropa de varón y las
veces que me puesto a practicar, me ha costado mucho poder fluir de forma
masculina. Observo mis uñas barnizadas en rojo. Eso es otra cosa que tendría
que irse. En junio de este año cumpliría diez años viviendo como mujer, vuelvo
a suspirar y decido pensar en otra cosa.
Compró
el periódico, irónicamente la portada de la revista suplemento me enseña su
titular. “Desechable a los
Procedo
a lo que he dado en llamar “Mi depresión clasificada de los lunes”, es decir,
consultar los anuncios clasificados, generalmente siempre que lo hago término
deprimida.
Abundan
las solicitudes de vendedores, de no ser porque odio las ventas… Vuelvo a
suspirar, selecciono una media docena de anuncios de escuelas, los recortó y
los pongo en mi libreta.
Me lanzó
a revisar mi correo electrónico en el café a un par de cuadras de mi casa. La
mayoría de las vacantes para psicólogas en la bolsa de trabajo de
Solicitan
un asesor “on line”, la mala noticia es que es en una universidad muy
conservadora de corte católico, como transgenérica no tengo oportunidad. No
obstante fantaseo por un momento con la posibilidad de enviar un curriculum a
nombre de mi “difunto hermano” forma eufemística en la que suelo referirme a la
identidad masculina que alguna vez tuve.
En
varios de los foros, veo por segunda vez un anuncio que solicita gente trans
para escorts, otra forma eufemística para trabajo sexual. Nuevamente dejo volar
la imaginación, ¿Podría desempeñar un trabajo como ese?… Es cierto, como
fantasía me siento atraída por la idea, pero tener que hacerlo obligada por las
circunstancias no es algo que me agrade.
Sé que
me haría mucho ruido, no obstante, decido escribir pidiendo más información.
Una parte de mí me lo reprocha y me echa encima todo el discurso ideológico,
ahora resulta que como una de tantas, voy a terminar de puta víctima del
sistema.
Me
defiendo, creo que con todo ganaría más de puta que de mesera o empleada y el
discurso ideológico no me va a dar que comer, ni para pagar mi renta. Ya
entrada en tales extremos decido también mandar el curriculum a la Universidad
conservadora, a nombre del difunto. O de “muerto” o de puta, vaya elección.
Es
tarde, sólo me dará tiempo de entregar un curriculum. Me traslado hasta las
cercanías del metro la raza, me pierdo un poco, no está tan cerca del metro
como había supuesto, las zapatillas se ven fantásticas, pero definitivamente no
están hechas para caminar mucho.
Llego a
la escuela en cuestión, son cerca de las dos de la tarde. Se ve desierta, por
fortuna la puerta se abre y aparece el que supongo es el portero. Llego hasta
las oficinas y entrego mi curriculum, la señorita me pide esperar un momento,
pues es posible que me entrevisten de una vez. Me parece fantástico, así ahorro
tiempo.
Espero,
después de unos diez minutos me pasan ante
“¿Le
interesa, Maestra?” Me pregunta la licenciada “Sí, sí me interesa” contestó de
inmediato. En mi mente, empiezo a hacer planes, las clases son de lunes a
jueves entraría a las siete de la mañana y saldría a las tres de la tarde, está
fantástico, tendría las tardes, los fines de semana libres y los viernes
completos.
La
licenciada continúa. “Nos interesa que se comprometa a terminar el semestre y
ojalá se quede más tiempo después de eso, nuestro maestros ya tienen mucho
tiempo con nosotros. Ahora la situación es que el semestre ya está empezado y
usted tomaría el curso desde mañana”.
Eso
complica un poco las cosas, pienso para mí. Tendría que preparar al menos
cuatro clases para el día de mañana. Mucho que leer en la tarde, será un gran
esfuerzo, pero creo que puedo con ello. Le pido a la licenciada que me enseñe
los programas y me facilite copias de los mismos.
Me pongo
a revisarlos, como pensé mucho que leer, pero puedo manejarlo, de repente
levanto la vista y
El
hombre se va y
Y por lo
que se veía a ellos les urgía. “Permítame un momento” me dice la licenciada y
abandona el cubículo, una mirada furtiva de mi parte al monitor de su
computadora confirma mi sospecha. El nombre del difunto está en la pantalla, y
es que mi título está a su nombre.
Imagino
lo que está por venir,
No toca
el punto, me dice que para el miércoles posiblemente ya tengan arreglado lo del
contrato. Me suena a mentira, pero soy diplomática. “Muy bien” digo, “entonces
no muevo nada ahorita y llamo mañana” “Sí”, me dice
Supongo
que aún queda una pequeña posibilidad, pero en el fondo sé que me han rechazado
una vez más. Ya casi estaba dentro, el día siguiente empezaría a dar clases y
ahora me dicen que llame mañana a ver si el miércoles esta todo arreglado, aún
le digo a la licenciada.
“Si
tiene dudas puede preguntar con toda confianza”. No hay preguntas. Lástima, mis
copias de los programas se quedan en la mesa. Salgo de ahí con un sentimiento
de abatimiento, aunque más resignada, al menos esta vez no lloré.
Me subo
a un camión que me lleve al centro, en el camino, pienso en lo acontecido, ¡tan
cerca y tan lejos! Casi estaba dentro. Empiezo a divagar y al igual que un día
anterior las fantasías catastróficas se apoderan de mí.
Tal vez
me vea obligada a dejar mi casa, ¿A dónde iré entonces? No tengo dónde ir.
Podría regresar a casa de mi madre, pero tendría que renunciar a mi “ser
mujer”, en su casa hay lugar para el difunto, pero no para mí, además regresar
sería aceptar una derrota moral aún más grande que la que ya siento.
Sé que
terminaría deprimida y temo. Mi madre y mi padre también viven al día, creo que
me convertiría en una carga para ella y él. Tal vez, la casa donde viví mi
infancia y juventud como varón, sea un buen lugar para terminar mis días, pero aun
así no me gustaría darles tal mortificación a mi madre y mi padre.
Me
sacudo el pensamiento al bajar del autobús y camino, paso al cajero automático
y retiro 300 pesos, los necesito para surtir mis hormonales por quince días
más, quedan 1500 en mi cuenta, si tomo cifras cerradas, podría dejar 1000 pesos
para mi próxima renta, lo cual me deja 500 pesos ¿para moverme por dos meses?,
no lo creo.
Renuncio
a la posibilidad de pagar mi próxima renta, eso me deja un margen de movimiento
un poco mayor, pero estoy afligida y preocupada, es un mes menos de vivienda
segura. Tengo que encontrar algo pronto, paso a la farmacia y compró mis
pastillas. 280 pesos, bueno me quedan 20 pesos, para algo servirán.
Me apuro
a llegar a casa, tengo visita. Una amiga está haciendo su tesis sobre
transexualidad y me comprometí a darle una entrevista. A ella le toca escuchar
la anécdota de mi escaramuza del día de hoy, de alguna manera siento alivio al
poder contárselo a alguien, incluso diría que se lo cuento con buen humor.
Le hablo
de mis planes de escribir la crónica de esta semana, en ese momento aún no
sabía si lo haría. La entrevista se prolonga por cerca de tres horas, me hacer
recordar varios eventos de mi vida y me deja algunas reflexiones que no había
considerado.
Quedamos
en una nueva cita para la próxima semana. “¿Te parece bien?” Me pregunta. En mi
interior me rio ante la macabra broma que yo misma me hago. “Sí, si aún estoy
viva”. Yo misma me reprocho por pensarlo y se lo comento. Ella también me lo
reprocha.
Nos
despedimos afectuosamente. “Si necesitas llamarme no marques al celular para
que no gastes, háblame a la casa y pídeme que te marque y yo te llamo entonces.”
Me dice. Yo acepto, pero sé que no voy a llamar, soy demasiado orgullosa…
El día
casi termina, me pongo a hacer ejercicio en mi bicicleta, mientras recapitulo
mi día. Recuerdo que un consultante había quedado de llamar a las siete y no
llamó. Ni modo, eso podría haber sido 300 pesos para mí, en fin mañana será
otro día.
-
Desde el 2005, algunas cosas han cambiado, otras no. He
aprendido a ser menos orgullosa. Ya hay una legislación que permite cambiar el
nombre en los principales documentos legales, eso ayuda, pero no resuelve todo.
Si antes la discriminación era por transgénero, ahora es por edad. Perdí
demasiadas cosas en el camino y quedé muy lastimada. Aun me estoy recuperando,
e intento darle nuevos sentidos y direcciones a mi vida. Estoy en ello.
Un detalle, si bien los documentos mayores se pueden
cambiar, ¿Qué pasa con todas aquellas constancias, diplomas o cartas de
prestación de servicios?... Porque una persona puede decir, tengo tantos años
de experiencia en un campo determinado, pero si has cambiado de nombre y
quieres mantener la discreción sobre tu dead name (nombre muerto) ¿Cómo lo
compruebas?…
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