DIGNIDAD DE LA PAREJA TRANSGENÉRICA
Por Alejandra Zúñiga.
Para hablar de este tema procedamos por parte. ¿Qué es
una pareja transgenérica?... Es una pareja en al que al menos un integrante es
una persona transgénero. Pero, ¿Qué es lo que debemos entender por
transgénero?... Entenderemos por transgénero todas aquellas actitudes,
comportamientos, modos de sentir y de pensar, que un individuo adopta del
género complementario al de su sexo de nacimiento.
Y diferenciemos aquí, “sexo” como una condición biológica, genital en último
caso y “género” como una condición social, psicológica y culturalmente
diferenciada; que se construye sobre el sexo, determinado al momento de
nacimiento. Resumiendo, en el momento del nacimiento un bebé puede ser
clasificado como varón o como mujer con base a sus genitales. Sobre esa
apreciación, se le dará una educación y una formación diferenciada.
Se espera entonces, que mujeres y varones tengan
comportamientos distintos, complementarios; en una cultura determinada y en un
momento histórico dado. Azul para los varones, rosa para las mujeres, falda o
pantalón, cabello largo o corto, colores, moños y encajes o un arreglo más
sobrio; ternura o dureza. Nos agrade o no la sociedad nos moldea y limita a la
herencia de este esquema dicotómico.
Así, el varón que en algún momento pretende romper o
rasgar esta clasificación asumiendo características femeninas, se convierte en
transgenérico; lo mismo ocurre con la mujer que asume características
masculinas. Pero, ¿Qué características en particular? Se preguntaran ustedes...
¿El hombre que comparte responsabilidades con su
esposa y cuida a sus hijos, es transgenérico?
¿Una mujer que ama y vive como pareja de otra mujer es
transgenérica?
Hay un “sí” y un “no” para cada una de estas cuestiones,
que dependen del “aquí” y del “ahora”, o mejor dicho, del espacio y del tiempo.
¿El hombre que viste falda es transgenérico?...
No. Si está en Escocia. Sí, si esta en México.
Observemos que el género es una condición relativa. Ya
los estudios de Margaret Mead con tribus de Nueva Guinea nos hablan de esto, al
presentar tres grupos de indígenas: uno, donde hombre y mujer tienen un
comportamiento agresivo, masculino, según nuestra norma; otro, donde ambos
muestran comportamiento pasivo, femenino, según nuestra tradición; y un
tercero, donde el varón es el pasivo y la mujer la agresiva.
Observemos entonces, que mientras la sociedad marque
diferencias al comportamiento de los “sexos”, habrá individuos transgenéricos.
Aunque el transgenérico de hoy, puede no ser el de mañana o el de ayer; de la
misma forma que el transgenérico del ayer, puede hoy ser, alguien dentro de la
más asumida y “entrecomilladas” normalidad, estadísticamente hablando, por
supuesto.
Pero, ¿por qué hay individuos transgenéricos?... Las razones
varían, desde la comodidad y el exhibicionismo, hasta la maniobra estratégica o
la justicia social; o la exploración del mismo Ser. Entre algunos chamanes
asiáticos existía la creencia de que para alcanzar la iluminación, deberían
asumir la vestimenta y el comportamiento del sexo opuesto, porque sólo así, su
conocimiento sería completo.
Actualmente no pretendemos ser tan metafísicos, pero
sí, más prácticos. Hay quien practica un travestismo ocasional, hay quien lo
hace continuo; en público o en privado; de forma total o parcial; por necesidad
o por gusto; por razones profesionales o meramente personales; con discreción o
sin inhibiciones. La gama y la variedad son muy amplias y son parte de nuestra
riqueza natural que ya no pretende, ser género masculino o femenino,
simplemente, género humano.
Tuve que recurrir a éste largo paréntesis para dar un
poco más de claridad a esta situación, porque si hoy en día, a muchos les
resulta todavía complicado y profundamente difícil el intentar entender una
relación entre personas del mismo sexo, llámense homosexuales, gays o
lesbianas; que en este momento histórico, debiera ser algo aceptado
ordinariamente; les resultará sumamente complejo el entender las relaciones
transgenéricas.
Veamos algunos ejemplos: Rosa y Noé son un matrimonio
heterosexual, pero Noé es travesti y “Noemí” es su alter ego femenino. Rosa
tiene una relación de amiga y confidente con Noemí, aparte de su relación
marital con Noé.
Gina, nació varón, es transexual; le gustan los
varones. Para un observador externo puede parecer homosexual, pero como mujer,
Gina es totalmente heterosexual.
Claudia siempre se consideró una mujer heterosexual
hasta que conoció a Héctor, quien como transexual asumió la identidad de
Alejandra. Actualmente mantienen matrimonio como dos mujeres, aunque Claudia no
se considere lesbiana.
Claudio es travesti y bigenérico, es decir, tiene un alter
ego femenino, “Anxélica”, con una personalidad propia. Claudio tiene una novia
que se enamoró de ambas personalidades. Ahora Claudio se llega a sentir celoso
de Anxélica, su alter ego, y viceversa. ¿Es posible un triángulo amoroso entre
dos personas y tres personalidades?... ¿O debo decir, cuatro? Por que a raíz de
esa relación, Sunny, la novia de Claudio descubrió que ella tenía un alter ego
masculino... No hay implicaciones esquizofrénicas, es mero ludismo o filia, es
decir, gusto.
Y si lo consideramos desde una perspectiva más halagüeña
podemos considerarlo un arte.
Están entrando en juego otras dimensiones, en las
cuales la genitalidad no es tan importante, o al menos, no tan importante como
en el pasado; porque nos lleva al hecho de poder elegir una persona, una
pareja, por lo que se siente, piensa, hace o puede compartir; el que tenga pene
o vagina, real o artificial, queda en segundo término si ha habido mutuo
acuerdo.
El transgénero se presenta como un rico filón en la
exploración de la propia sexualidad, aún para parejas no transgenéricas.
Pongamos un ejemplo: Juan y María son un matrimonio heterosexual que deciden
experimentar “cross-dressing” o cambio de vestiduras, simulando una cita. Ambos
se preparan. Juan descubre con torpes movimientos que complicada resulta la
ropa de mujer, el brassiere, las medias... las zapatillas, que difícil resulta
caminar.
Aunque se empeña en ser cuidadoso con el maquillaje, no
deja de pensar que parece un payaso tétrico. María tendrá que asistirlo
quitando el torpe intento de su cara y con hábiles movimientos que la práctica
concede, dejar un rostro más aceptable. Ella, por su parte no se complicado tanto
con el traje de tres piezas y su cabello pegado con gel. La ropa le horma un
poco grande en algunos puntos y demasiado ajustada en otros; su feminidad se
filtra a través de su disfraz en sus contornos y actitudes, aunque pretenda ser
todo un hombre, fuerte, feo y formal.
Con sobreactuada voz grave saluda a “Juanita”, recién
arreglada. --¡Hola hermosa! ¿A dónde vas tan solita? ¿Te acompaño? –No hablo
con extraños. –Contesta con pretendida
coquetería la dama. Ambos descubren el juego de la seducción. “Juanita” debe
mantener el interés de su galán siendo coqueta, pero sin permitirle que se
propase. “Él” quiere ser un seductor caballeroso, pero insistente, aprovechará
cualquier oportunidad. Las situaciones absurdas abundan. ¡Qué fácil es caer en
la exageración y en lo grotesco! Juan explora la posibilidad de una visión
femenina y María, al asumir el rol, adopta sus propias percepciones del mundo
masculino.
Ambos representan un guion ajeno y acaban cayendo en
estereotipos trillados, pero al asumir el papel del otro aumenta su
entendimiento y comunicación. La pareja será más flexible, porque al jugar con
los roles se han dado cuenta del “acartonamiento” de sus papeles. Ahora conocen
las armas de seducción de ambos géneros y en determinado momento, pueden
despojarse de ellas. La relación pide más fluidez, más espontaneidad, más
franqueza.
Descubren sus órganos eróticos más extensos, su propia
piel. Todas las caricias están permitidas, aún las que Juan y María no se
permitirían en sus roles originales; todas, menos tocar sus genitales
virtuales, el pene de María-“Mario” y la vagina de Juan-“Juanita”. Ambos
descubren que pueden llevar más lejos la experiencia manejando distintas
actitudes. Así, “Juanita” puede representar distintos tipos de mujeres,
recatadas, audaz, agresiva, hogareña, etc., y “Mario” también tiene opciones,
rudo, sensible, tímido, atrevido; la imaginación pone los límites. Y para los
más osados, otras situaciones se pueden poner en práctica.
Si ahora, María conserva su rol femenino, pero debiendo
seducir a “Juanita”... ¿Cómo podrá ella, una mujer heterosexual, seducir a otra
mujer? ¿Podría hacerlo más fácilmente Juan con “Mario”? A estas alturas, tal
vez, nos parezca demasiado extremoso el “jueguito”, pero recordemos que finalmente
es eso, un juego. Nadie está obligado a hacer lo que no quiera, ni debe
sentirse obligado a gustar de todo lo que experimente, pero es importante que
se cuestione el porque de sus gustos o disgustos ante determinadas situaciones.
Obtendrá un conocimiento más grande de si mismo y es
posible que se de cuenta, de que sus rígidos esquemas se han roto; como cuando
se enfrentó por primera vez, ante alguien que no sabía se era hombre o mujer.
Pude ayudar mucho el considerar que antes de considerarlo hombre o mujer, ha de
considerarlo como persona; y si tiene la cortesía de escucharlo, podrá sacar su
propia conclusión, basada ya no en un estereotipo, sino en su experiencia
personal.
¿En cuanto a la dignidad de la pareja transgenérica?
Es la misma dignidad que concedemos a cada ser humano y a cada pareja que
efectúa un acto voluntario y libre.
No hablo de una panacea, ni de la inminente
desaparición de los roles sexuales difuminados en una imagen andrógina. Habló
simplemente de otras opciones para quien las quiera o necesite tomarlas. Los
cambios u obstáculos pueden ser distintos o tan comunes, como los de nuestra
tradicional pareja heterosexual; lo importante es elegir lo que nos dé más
autenticidad en cada caso.
Vivimos
en una época de transición, que esperamos sea lo suficientemente inteligente
para permitir manifestaciones, que pueden parecer nuevas, pero son tan antiguas
como la humanidad. Las etiquetas cambian... ¡Dejémonos de etiquetas! Y
descubramos lo que hay en cada envase.
México,
D.F. Junio 1997
Ponencia presentada en la conferencia: “Dignidad de
las relaciones sexo afectivas” de la IV JORNADA UNIVERSITARIA DE DERECHOS
HUMANOS Con la temática “DERECHOS HUMANOS Y CULTURA LESBICO-GAY” Junio de 1997
Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.
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