Domingo 20 de marzo 2005


Crónica de una semana desesperada, parte siete de siete. 

Por Alejandra Zúñiga R. 

Ayer me dormí como a las 2:00 de la madrugada. Hoy despierto un poco desvelada. Esta vez, es mi pantorrilla derecha, la que amenaza acalambrarse, la contraigo tratando de evitarlo, no cede, los nervios insisten en hacerse nudo. Hago un esfuerzo y logro evitarlo. Me relajo un poco mientras termino de despertar. Pasan de las nueve de la mañana, creo que sería buena idea pararme a lavar.

 

Contemplo por un momento los libros que forman mi pequeña biblioteca y la mayoría de mis pertenencias. Están colocados en guacales de madera que he dispuesto como improvisado librero. Pienso, ¿con cuáles me quedaría? Si tengo que viajar a Aguascalientes. Iría ligera de equipaje, por lo que la mayoría tendrá que quedarse, posiblemente regalados. Por un momento pienso quienes podrían ser los beneficiarios y hago la misma consideración con el resto de mis pertenencias, suspiro con desanimo.

 

Más aún, que siempre que lavo me pongo filosófica, intuyo que los pensamientos no van a ser muy gratos en este lavada.  Este va a ser un largo día. Me digo. Lo bueno es que tengo poca ropa sucia, espero terminar pronto. Mis reflexiones van hacía Aguascalientes. Algunas cosas me preocupan, primero, allá no conozco a nadie aparte de mi hermana y mis sobrinos de 20 y 12 años. Fuera de ella y de ellos, No tengo red de seguridad.

 

Segundo, si bien, mi hermana se muestra muy cariñosa, sus actitudes hacía mi transgénero han sido ambivalentes y han sufrido una evolución. Hace unos cuatro o cinco años, viajé a Aguascalientes cuando todavía trabajaba en el Imesex. Mi hermana se me escondió. No pude verla y eso me dolió mucho. Tiempo después ella viajó al Distrito y se disculpó conmigo, desde entonces, al parecer, su actitud se ha vuelto más aceptante…

 

Mis pensamientos divagan a los acontecimientos de los últimos días. Me siento más tranquila y resignada. Terminó de lavar. Me baño y me salgo a la calle. Los domingos se pone un tianguis muy grande afuera de mi casa. Siempre que puedo me voy a “turistear” ahí. Pero hoy primero paso al internet, envió la crónica del sábado, no hay correos nuevos, supongo que soy la única loca que revisa su correo en domingo. 

 

Camino por las calles del mercado, mientras medito nuevamente en Aguascalientes. Me imagino viviendo allá. Me preocupa no contar con ingresos económicos y tener que depender de mi hermana y mi sobrino, bueno, al menos, no pienso irme con la idea de ir a morirme allá como lo pensé hace dos años. ¿Por qué no me fui?…Ah sí, ya recuerdo, no tuve dinero para el pasaje. Después llegó la marcha LGBT y eso me dio mucha energía y ánimos…

 

Me imagino conviviendo con mis sobrinos, tal vez, ayudándole al menor con las tareas. Y siendo confidente del mayor. Me imagino haciendo los quehaceres de la casa y aprendiendo a cocinar al lado de mi hermana. Tal vez, haciendo lecturas de tarot entre sus conocidos…

Busco entre los puestos, si encuentro unos zapatos de segunda mano para Cosmo, pero invariablemente mi atención siempre va a los zapatos de mujer, además, yo no tengo la culpa de que haya tanto zapato de mujer y tan pocos de hombre. Veo unos que podrían funcionarle, no se ven tan maltratados, pero por lo mismo intuyo que el precio será elevado y no tengo mucho dinero. Decido pasar de largo, una parte de mí me lo reprocha, la otra se defiende.

 

La verdad, es que no quise comprárselos. Me sigo resistiendo, no obstante sigo buscando por si aparece otro par más idóneo. Lo que sí me encuentro mucho, son unos vestidos bien bonitos, como a mí me gustan, y en distintos puestos. Y con un poco de “dolor” decido seguirme de lado. Por el momento no habrá vestidos nuevos, y ni siquiera sé si vuelva a haber vestidos…

 

Aún no sé, si Gilda me permitirá quedarme en su casa no he recibido respuesta suya y por tanto no he considerado mucho esa opción. Me doy cuenta, que prácticamente estoy dando por hecho lo de Aguascalientes. Supongo que es, porque ya tengo una expectativa clara de lo que puede esperarme, es cierto, a lo mejor me equivoco, y me encuentro algo diferente, pero creo que siempre me es más fácil manejar una expectativa clara en vez de un futuro incierto.

 

Me sigo resistiendo, no quiero irme, pero me siento más resignada si tengo que hacerlo… El sol está muy intenso, decido suspender mi recorrido y regresar lo más pronto a casa, no sin antes comerme unos tacos. Ya en casa enciendo la tele y me pongo a buscar una viejas notas, son un primer registro de mis sensaciones cuando hace años empezaba a usar ropa femenina. Una psicóloga me lo encargo como tarea terapéutica. Se lo había mencionado a mi amiga Erica Sandoval, la que está haciendo la tesis de transexualidad.

 

Me paso varias horas en ello sin encontrarlas supongo que tal vez, lo deseche en una de tantas purgas antes de las últimas mudanzas o tal vez, está tan guardado, que sólo una inspección meticulosa lo encontraría. Decido darlo por perdido. En la búsqueda, moví cosas por todos lados, encontré mi folder de anotaciones personales.

 

Con frecuencia tomó una hoja cualquiera y anotó algunas de mis inquietudes filosóficas del momento.  Algunas hojas son muy viejas y los temas parecen recurrentes. El sentido de mi existencia, mi lugar a ocupar en la vida, cómo alcanzar el éxito material y económico. Qué hacer con mis anhelos de poder y mi búsqueda de sabiduría y en su momento, cómo podría vivirme como mujer y por qué era “transgenérica”. Claro que entonces no le llamaba así.

 

Tengo sentimientos encontrados al leer superficialmente por aquí y por allá. Cualquiera pensaría que soy una persona que vive permanentemente en crisis existencial y esa idea no me agrada mucho. Prefiero pensar que he atravesado por distintas crisis existenciales a lo largo de mi vida en vez de tener sola una gran crisis.

Es cierto, no siempre estoy en crisis existencial, a veces me vivo en “transición existencial” que no es tan terrible, pero creo que siempre estoy “transitando” o “mutando en algo”. Alejandro solía bromear cuando era adolecente. Decía. “La mayoría de las personas pasan por períodos ocasionales de depresión, yo paso por períodos ocasionales de euforia, la depresión es mi estado natural”.

 

En realidad, no es que siempre estuviera deprimido, sino más bien, melancólico, buena parte de esa melancolía era por tener que negarme, es decir, por no poder aceptar y expresar su feminidad, es decir, “mua”. Otra parte de la melancolía, según aprendí en mi formación como sexóloga, viene de una situación muy primitiva, previa a la conciencia e incluso a la formación de la identidad genérica, es por eso, que yo no me salvo del todo, es algo que tiene que ver con el rechazo, y luego, a mí se me ocurre ser una mujer transgenérica en esta era foxista, dónde la discriminación y el rechazo están de a peso. ¡Estoy frita!…

 

Parte de ese rechazo es lo que estoy tocando ahora en terapia y me trae confusa y alarmada… La tele sigue prendida y veo fragmentos de dos películas de “Woopy Golberg”, no sé si se escribe así. En la primera, la actriz afroamericana es una ejecutiva cuyo talento no es reconocido y se ve en la necesidad de crearse un socio ficticio, un hombre blanco que es exitoso en los negocios. En algún momento Woopy se ve obligada a caracterizar al susodicho. Me quedo con la idea de cómo tiene que inventarse a alguien más, que socialmente sea aceptado para poder ser reconocida…

 

La segunda película, es “cambio de hábito”, donde Woopy es una cantante que se oculta en un convento para huir de unos maleantes. Y termina dirigiendo y reestructurando el caótico coro del convento. Me quedo con la idea de cómo ella, es “retada” a lo que parece una tarea difícil, pero ella sabe lo que tiene que hacer, tiene experiencia y con maestría consigue sacar lo mejor de cada corista.  ¿Ironías de la vida?…

 

Las películas me hacen reflexionar y por un momento me siento inspirada, y más resignada… Tal vez, es mi destino pasar por esta adversidad y que mi vida cambie drásticamente ahora. Intuyo que pase lo que pase, habrá una vida para mí después de esto, tal vez, muy diferente a lo que ahora vivo, pero habrá una vida. Y tal vez en ese destino, pueda encontrar fuerza.

 

Alejandro lo hizo en su momento, sentía un gran respeto por la palabra “destino”, claro, eso fue cuando era joven e idealista, cuando quiso aprender todo lo aprendible, antes de que aprendiera que pretenderlo era un disparate, cuando palabras como “Honor”, “Verdad” y “Justicia” eran objeto de su devoción. Cuando como adolescente megalomaniaco quería comerse el mundo a puños, jugar al revolucionario, al filántropo altruista y esperaba que en algún momento la “profecía de poder” se cumpliese.

 

Por supuesto, nunca se cumplió. Lógico que acabara tan frustrado, decepcionado y tan dolido y para completar el cuadro, se avergonzaba de mí y de su travestismo. Y nunca pudo deshacerse de mí, por más que lo intento. Al final, se resignó, acepto su travestismo, cedió y poco a poco, llegué yo.

 

Mis expectativas de vida eran mucho más sencillas, ¡más realistas!, La vida era maravillosa entonces, estaba tan ilusionada, descubriendo cada aspecto de mi ser mujer, fue como si a la vida antes en blanco y negro le hubiera surgido un selector de colores y todo era brillante. Todo pareció darse con sencillez en ese momento.

 

Conseguí un nuevo hogar, un trabajo, buenas amigas y amigos, una pareja, y un nuevo propósito en la vida. Fue el tiempo de Eon. Irónicamente, como mujer obtuve lo más cercano a un liderazgo que he tenido en mi vida, cosa que Alejandro nunca tuvo, y lo conseguí cuando dejé de buscarlo y menos me importaba.

 

Tuve oportunidad de ser maestra y guía, de aprovechar, todo los que sabía, mi conocimiento, mi experiencia y mi magia. Me sentí útil y valiosa. Enseñé y aprendí. Crecí enormemente a la par que mis compañeras, como mujer y como persona. Los años pasaron. Y sin darme cuenta como, un día empecé a perder cosas.

 

Primero el darme cuenta que una carrera universitaria no basta para tener un trabajo y un futuro asegurados, que mis esfuerzos, los largos años invertidos, la mención honorífica y el promedio de diez, no sirven de nada cuando eres una mujer transgenérica.

 

Después, el sentirme no reconocida. Es cierto, gané algo de celebridad, pero la celebridad por sí sola no ayuda a pagar las cuentas, ni a salvar una relación de pareja que empieza a deteriorarse porque tú has entrado en crisis existencial y tú pareja afronta su propia neurosis, que con el estrés se dispara a niveles muy altos.

 

Mis estudios de sexología y mi trabajo en el Imesex absorbían todo mi tiempo, ya no hubo tiempo para Eon. Vino el desencanto, la gente siempre es gente, aunque sea transgenérica. Me decepcioné del activismo, no parecía haber cambios, no parecía haber progresos, era como predicar en el desierto, como picar piedra, como luchar contra molinos de viento. Quise “ir osadamente donde nadie había ido jamás” y llegué, sólo que estar ahí no fue agradable, estaba sola...

 

Un día, las fuerzas, se me acabaron… Me cansé de luchar contra molinos de viento, me canse de la “cruzada”, yo no soy “el guerrero dialéctico” que Alejandro soñó en ser, o el “patriarca megalomaniaco” que soñó en cambiar al mundo, yo solo quería ser mujer, tener un lugarcito en el mundo, una vida digna y sentirme útil. ¿Era eso demasiado pedir?…

 

Un día… Eon se acabó…  El dinero escaseaba, quise ser independiente del Imesex… y aprovechando que terminé mi formación como sensibilizadora, lo dejé.  No llegó, el dinero, ni el trabajo, ni la independencia… Quisimos poner un negocio y fracasó a los dos meses, dejándonos endeudadas… cuanto curso y taller intenté dar, fracasaron… Mis consultantes como psicóloga siempre fueron escasos y mis ingresos esporádicos… La crisis económica se me juntó con la crisis existencial.

 

Un día perdimos nuestro departamento… después perdí mi relación de pareja… más tarde… perdí a mi hija… y yo… Sin trabajo, sin dinero, sin casa… sin esperanzas… sin propósito en la vida… 

 

Recibí un apoyo invaluable de mis amigas Anxélica y Chantall, con amor me ofrecieron su casa, e hicieron lo mejor posible por sacarme de la crisis y de la depresión. El fantasma del suicidio rondó cerca, pero esa vez me escapé de su abrazo. Más seguía sin conseguir, trabajo y dinero. Discriminación y rechazos, esos estuvieron siempre a la orden del día. Mi depresión persistía y temo que terminé por agotar las energías de mis amigas que ya tenían bastante con resolver sus propias vidas.

 

Yo me había convertido en un hoyo negro que todo lo absorbía en la oscuridad y la apatía. Eso me costó la amistad de mis amigas… y las perdí… Lo último que quedaba del mundo idílico y maravilloso de Alejandra había desaparecido.

 

Todo lo que tuve…lo perdí… Y me encontré viviendo al día, arrastrando la existencia, sin propósito, sin esperanza. “El fuego”, la chispa de la vida, la magia y la pasión, pérdidas. Mi existencia amenazada constantemente por la crisis económica que finalmente me alcanzó.

 

Traté de hacer todo lo que estaba a mi alcance por superar ambas crisis, la económica y la existencial… no ha sido suficiente… Hoy la vida me cobra factura…y no tengo para pagar… Veamos con que parte de mí se cobra…

 

Decido llamarle a Gilda… he intentado localizarla durante el día, pero hasta la noche tengo suerte. Conversamos cordialmente. No ha leído mi correo, con pena, le hago mi petición. Para mi sorpresa, parece aceptarla, yo todavía no lo creo.

 

Quedamos de vernos el martes para platicar. Yo cuelgo y suspiro. Otra puertecita abierta. No me lo creo, estoy demasiado inquieta considerando la posibilidad, Ok, puedo perder mi casa y mi independencia, pero al menos, sigo en la lucha, esto todavía no termina.

 

Tendré que encontrar pronto un trabajo como empleada, si no lo consigo, o le doy la oportunidad a Cosmo, o me voy a Aguascalientes. Camino hasta el autoservicio para comprar pan y bajar mi ansiedad, mis pantorrillas amenazan acalambrarse como puedo les doy masajito. Regreso a casa todavía inquieta, pero a la vez, más tranquila.

 

Me permito otro ejercicio de expresión masculina, esta vez, me cambio sin tanta consideración, pongo más atención a mis movimientos, recuerdo los talleres de travestismo que he dado. Aunque mi cuerpo esté siendo feminizado por los estrógenos debe ser posible que yo pueda fluir como hombre, las chicas que he tenido en los talleres tienen más estrógenos que yo y han podido hacerlo, irónicamente, con mi guía. Creo que se me había olvidado.

 

Empiezo a recordar y a fluir, esta vez, sí lo consigo. La voz, todavía se resiste un poco, pero estoy consiguiendo tonos adecuados. Mi rostro y mi cuerpo conservan cierto aire femenino que los estrógenos me han dado, pero mi actitud y mi expresión consiguen ser masculinas.

 

Encuentro una cinta grabada con la voz de Alejandro, fechada en el 82, ¡hace más de veinte años!, la voz de Cosmo no es tan joven; es un poco más grave, pero las inflexiones de la cinta son de mucha ayuda… Lo ha conseguido.  Él, está aquí. Hará falta todavía mucha práctica. Hasta él está sorprendido de que tan complejo es este cambio genérico, yo estoy maravillada, hay tantas cosas que había dado por evidentes, y ahora descubro que no lo son, esto es algo, que no cualquiera puede hacer, y mucho menos enseñarlo.

 

Es otra cosa en la que soy pionera, y además creo, que soy bastante buena. Hora de decirle adiós a Cosmo por ahora, creo que hay esperanzas de que el “muchacho” se humanice y se le baje el encabronamiento, es más, creo que lo adoptaré como “hijo”. Lo desnudo, me miro en el espejo, experimento un poco.

 

Si yo podía, hace años, verme femenina con el cuerpo totalmente masculino de Alejandro, Supongo que puedo hacer que Cosmo se vea masculino, con mi cuerpo ya bastante feminizado… Cuesta un poco de trabajo, algunos músculos protestan, pero sí, lo consigo. Estoy maravillada, pero es tarde, despido a Cosmo y me enfundo nuevamente en mi lencería y amado vestido; como ayer, nuevamente me siento ¡Maravillosa! Esto es magia. Me siento a la computadora y empiezo a escribir la crónica…

 

Bueno… me han dado las cuatro y media de la mañana… Esta crónica surgió inspirada en algo que platiqué con Ericka Villegas, la intención fue hacer un poco o “un mucho” de catarsis. Me funcionó. ¡Gracias, Maestra! La semana terminó. Aún espero un milagro, no creo que llegue, pero aún lo espero. ¿Pérdidas? Sé que voy a tenerlas, pero, al menos por el momento me siento resignada y serena. Confió en que la fuerza limitada que poseo por ahora, me permita salir avante, ¿hacia dónde? No lo sé, pero me siento de mejor ánimo. Gracias de nuevo, por su paciencia y por su compañía. Me hubiera sido… muy difícil… afrontar esta semana sin ustedes.

 

Espero no haberles deprimido demasiado.

 

Las quiere con todo el corazón, su amiga y servidora.

 

Alejandra Zúñiga.


Después del Imesex seguí tomando otros cursos. Me parece que no he dejado de aprender. Aunque mi aprendizaje ha estado lejos de ser como quisiera. A veces me siento terriblemente estancada y en desesperanza. En otras ocasiones, puedo ver un rayito de esperanza, me puedo tomar las cosas con más calma, y una vez más me pido, “paciencia”. Estás aprendiendo. Algún día todo esto servirá de algo y tu vida será efectivamente mejor. ¡Ánimo!

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Feminización Forzada, Emperatriz Sissi y Petticoat Discipline

DIVAGACIONES SOBRE LA FEMINIZACIÓN FORZADA.

Los inicios de mi feminización forzada