Eon, Imesex y Hormiga


Por Alejandra Zúñiga Reyes

 Antes del Imesex estuvé en una terapia para mi transexualidad, ahí, donde había ido antes y me habían dado el plazo de diez años. Después de unas pocas sesiones, hablé con mi terapeuta y le manifesté mi inconformidad, me daba la impresión de que no sabía que estaba haciendo y que estaba dando palos de ciego. En poco más de un año como activista, yo había aprendido más sobre transgénero, que lo que ella sabía.  Por fortuna pude llevar mi tratamiento en el Imesex.

Como creo haber mencionado, en mi seguimiento terapéutico ahí, aprendí, que en lo personal, no me hacía falta tener una vagina para ser mujer. Así es que me redefiní como transgénero. Mi terapia de acompañamiento, iba bien, y había empezado mi tratamiento hormonal, cuando platicando con Hormiga, pensamos en algo que hasta ese momento no estaba en nuestros planes. Tener familia.

 

Como decidimos que sí queríamos. Tuve que suspender mi tratamiento hormonal, y hasta acudí, a hacerme un conteo de esperma, toda una anécdota, pues para entonces ya tenía más de un año viviendo tiempo completo como mujer, y volver a ponerme el disfraz para fingirme hombre, fue difícil, sorprendente y divertido, pues por más que hacía, aunque tuviera ropas de varón, me seguía viendo en el espejo como chica. Fue frustrante, intentar varias veces concebir, ilusionarnos y luego la decepción, casi nos dimos por vencidas.

 

Para 1999, por iniciativa de Anxélica y con el apoyo de las instalaciones del Imesex, organizamos una serie de conferencias sobre transgénero, que conjuntaban a personas trans, activistas, académicos y profesionales de la salud, que atendían a población transgénero. El evento se llamó “Días de transgénero”. Y tendría un par más de emisiones en los dos años consecutivos.

 

Después de leerles y pedirles su opinión sobre el primer capítulo del Aprendiz, Anxélica, Maná y Hormiga, me pidieron que siguiera escribiendo, e hice buenos avances, a veces, escribía un capítulo por semana, aunque a veces pasaban semanas, sin que escribiera nada.

 

Hice mis estudios en sexología educativa, y más tarde empecé a cursar la maestría en sexología educativa, sensibilización y manejo de grupos. Que fue una intensa aventura, pues implicaba trabajar con nuestras emociones. Y muchos de los ejercicios que se hacían como fantasías dirigidas, no eran muy diferentes a sesiones de meditación, así es que sin proponérmelo.

 

Estuve haciendo meditaciones todo ese tiempo. En mi formación como sexóloga, la teoría fue más informativa que formativa para mí, pero algunos de los ejercicios de sensibilización que hacíamos, me revelaron aspectos de mí que desconocía.

 

El primero, que encontraba el contacto humano, desagradable y doloroso. Cuando al final de un ejercicio de contacto, mis compañeras y compañeros hablaban de que tan placentero había resultado y como lo habían disfrutado. Para mí, había sido aterrador y generador de angustia. Con el tiempo y otros ejercicios, descubrí, que en parte era, mi trauma de nacimiento.

 

La Bionémica, es una disciplina que explora y sana las memorias corporales, pues todas nuestras experiencias quedan grabadas en cuerpo, aún las intrauterinas. Así que tuve oportunidad de a través de las memorias guardadas en mi cuerpo, recordar y experimentar de primera mano, lo angustioso que fue mi nacimiento, la sensación de asfixia, y la abrumadora sensación de sentir que mi cuerpo se movía solo, al recuperar, esas memorias.

 

 Descubrí, que como una posible consecuencia de esa experiencia traumática, mi cuerpo se había hipersensibilizado, a tal grado, que los estímulos me resultaban dolorosos. Luego entonces, la historia que yo me había contado por tanto tiempo de que yo era una persona fría e insensible, se venía abajo, en realidad era tan hipersensible que para poder evitar el dolor que los estímulos me producían, me había tenido que bloquear.

 

Durante las horas de comida, en el Imesex, cuando el demás personal salía, yo comía lo que había llevado de casa, pues la zona era cara para comer afuera, y solía navegar en internet ociosamente. En una de esas ocasiones, descubrí algunas páginas con relatos de feminización forzada en inglés, y yo estaba maravillada.

 

Pues ahora resultaba que las fantasías como las que yo había tenido desde la infancia, no sólo me ocurrían a mí, le ocurrían a muchas otras personas y constituían todo un subgénero literario. Empecé a leer historias y a juntarlas. Así fue como supe de las sissies, un concepto que en ese entonces me producía sentimientos encontrados.

 

Durante el tiempo que estudiaba la maestría en sensibilización, pasé por una profunda crisis, no sé si como consecuencia, de los ejercicios o simplemente como un acumulado de lo que me había pasado hasta el momento. Me deprimí fuertemente y hasta pensé en el suicidio. Mi terapeuta que era psiquiatra, consideró a bien prescribirme antidepresivos.

 

 Y eso, me dolió en el ego, como yo, la gran psicóloga, había resultado incapaz de controlar sus emociones y librarse de una depresión, al grado de tener que recurrir por vez primera a los antidepresivos… Pero los necesitaba, y me hicieron bastante bien.

 

¿Qué originó mi depresión?... Es cierto que durante mi infancia y juventud, tuve un carácter retraído y melancólico, más dado a la introspección. La sensación de sentirme ajena y extraña me ha acompañado toda la vida, a veces con mayor intensidad que otras. De adolescente, yo solía bromear y decía que así como había personas que a veces, pasaban por periodos depresivos, yo a veces pasaba por periodos de sanidad, dando a entender que la depresión era mi estado natural.

 

Sin importar, desde esas edades me había prometido a mí mismo, misma, que jamás atentaría contra mi propia vida. El no haberme podido vivir como mujer en mi infancia y juventud, podría ser una buena explicación del porque tal tendencia a la depresión, pero ahora, que ya era mujer… ¿Qué había pasado?

Dejaré un momento en el aire la pregunta para revisar otros aspectos de mi vida en aquel entonces.

 

Con Eon, había pasado algo similar a lo que pasa con otros grupos, quienes entramos al principio, cubrimos un ciclo, en el que nos informamos y concientizamos. Quienes llegaban después tenían que empezar su ciclo, que resultaba un tanto aburrido para quienes ya habían pasado por él. Y periódicamente se escuchaban ciertas propuestas.

 

Algunas personas sugerían, pero, no querían tomar responsabilidad.  ¿Por qué además de las reuniones de los sábados cada quince días, no hacen reuniones entre semana? De acuerdo, ¿Cuándo empiezas? ¡Ay, yo no puedo, que las haga alguien más!... Con el tiempo aprendimos a sonreír ante tales propuestas, sin darles tanta importancia. ¿Por qué no nos reunimos varias y rentamos un local?...

Hacía el exterior del grupo parecía aún más difícil. Queríamos hacer cambios sociales, queríamos que las leyes cambiaran, pero lo cambios, cuando se daban parecían hacerlo a un ritmo muy lento. Es algo cansado y molesto por tercer año consecutivo y por enésima vez tienes que hablar de los mismos conceptos básicos, sin que aparentemente se den los cambios sociales.

 

Eventualmente, dejé de hacerme cargo de las reuniones quincenales. Me parecía, que el próximo pasó para que el grupo siguiera creciendo era, hacerlo un proyecto rentable que pudiera generar sus propios ingresos, convertirnos en una asociación civil, para ello planee una reorganización que implicaba una capacitación y una profesionalización de las asesorías que brindábamos.

 

Convoqué a la primera generación del grupo, quienes formábamos el staff, a una serie de pláticas y reflexiones, en donde intenté transmitirles parte de lo que había aprendido en mi formación como sexóloga. Tristemente, no obtuve mucha respuesta, las compañeras no asistían o cuando asistían llegaban tarde, fui entendiendo que no tenían mucho interés en ello.

 

Era un pasatiempo, al que le dedicaban el tiempo que podían, cuando podían. Creo que una vez más me encontré ante un viejo fantasma conocido, las personas podían quejarse, pero no estaban dispuestas a hacer mucho para cambiar las cosas, y eso incluía a la gente trans. Anxélica se había hecho cargo de las pláticas en Parque Hundido, mas cuando Maná resultó embarazada, Anxélica le fue dejando las reuniones a Silvia.

 

Con el Imesex, al principio yo me había sentido muy contenta, me había puesto la camiseta y me sentía parte de la Institución y de su discurso humanista. Sin embargo con el tiempo, me empecé a dar cuenta, que a veces el instituto no era congruente con el discurso que pregonaba, como cuando personal del mismo actuaba de forma déspota, grosera o autoritaria, o cuando, algún docente, hacía del plantel de alumnas, su séquito privado para buscar pareja en turno.

 

Con Eon y como activista había obtenido cierta notoriedad y protagonismo, en el Imesex era sólo una empleada o una becaría, creo que me sentí algo olvidada y excluida. Además de las tareas que hacía me parecía monótonas, aburridas y poco estimulantes. Y lo peor, en algún momento pensé con ilusión que con el tiempo podría ser parte del instituto, quizás como docente o investigadora.

 

Me fui dando cuenta que los puestos del personal, eran poco y prácticamente vitalicios. Hasta que quien lo ocupaba muriese o se fuese del instituto no habría vacantes. Sí, me llegaron a llamar para que diera clases un par de veces al año, pero eso no era suficiente para generar un ingreso estable y la posibilidad de ocupar en una plaza en el instituto se esfumó.

Ya estaba terminando mis últimas materias en la Universidad, pero tristemente me fui dando cuenta, que aunque terminará y me titulara, eso no iba a cambiar mucho mi situación laboral, seguía siendo una mujer transgénero y mis documentos legales aún estaban a mi nombre masculino.

 

Aquella historia que me habían vendido y que me compré, de que quien tiene estudios merece todo y tendría el mundo a sus pies en charola de plata, era una falacia. La ayuda económica que el Imesex, me daba, no había aumentado, desde el inicio.

 

La relación con Hormiga, estaba bien, en lo general, nos amábamos mucho, como todo pareja, a veces teníamos nuestras diferencias y discutíamos. Ella tendía a ser explosiva en sus enojos y yo procuraba calmarla. Me parece que hasta ese punto nuestras diferencias o discusiones no fueron muchas.

 

Pero dicen que cuando la falta de dinero entra por la puerta, el amor sale por la ventana. Nos faltaba dinero y decidimos abrir una tienda esotérica. Yo pedí préstamo en el Imesex, y con lo que Hormiga había ahorrado, rentamos un local y compramos algo de mercancía. Casi al mismo tiempo, se nos ocurrió casarnos, cosa que hicimos en la iglesia de la comunidad metropolitana, ambas de vestido blanco. El día después de nuestra ceremonia de santa unión, en lugar de tener una bonita luna de miel, tuvimos que ir al local y terminar de pintarlo para inaugurar pronto…

 


Nos fue mal con la tienda y al mes tuvimos que cerrar. Y teníamos deudas por pagar. Hormiga dejó de trabajar en la boutique esotérica, en la que había venido trabajando y empezó a vender por su cuenta, se asoció a un pequeño grupo de emprendedores que eran convocados a eventos o ferias de productos para vender. O a veces, en la calle. Yo la ayudaba, siempre que me lo pedía, pero las ventas no son mi fuerte, a ella le iba mejor con las ventas, viene de una familia de comerciantes y ya en otras ocasiones había vendido.

 

Pues creo que todo eso era lo que se me había juntado para la depresión. Por fortuna los antidepresivos me cayeron bien y me fui recuperando. Fue entonces cuando nuestra hija, llegó a nuestras vidas. Y nos llenó de ilusión. La recibimos, lo mejor que pudimos, como madres primerizas, tuvimos el apoyo de Anxélica y de Maná, a quien ya llamábamos por su nombre de pila, Shantall. Que hacía unos meses también habían tenido a su pequeña.

 

A veces, Hormiga cuidaba a la niña, a veces, la cuidaba yo, incluso me la llegué a llevar al Imesex, y ahí la tenía a mi lado, en el escritorio donde trabajaba.

Para la tercera y última emisión de Días de transgénero, Anxélica y yo preparamos una plática performance sobre feminización forzada, ella salía de Domina y yo de maid, fue la primera vez que use un uniforme de maid, recuerdo que en ese entonces me era algo neutro, pero el sentirme sumisa y acosada, no lo fue; descubrí otras sensaciones interesantes, como la opresión de un corset.

 

Silvia, que se había quedado a cargo de las reuniones del grupo, por motivos personales, tuvo que irse a radicar a Xalapa, se hizo cargo del grupo, entonces, la Profa. Gamboa, que tenía muchas ganas de hacer las cosas, pero no la mejor preparación.

 

Después de algunos meses, en que nos pareció que la Profesora, estaba cometiendo demasiados errores y apartando al grupo de lo que había sido su trayectoria, Anxélica y yo, decidimos que lo mejor sería cerrar el ciclo de operaciones del grupo. Así fue como llegó a su fin, las actividades de Eon, Inteligencia transgenérica.

 

A principios del 2002, yo ya había terminado la maestría en el Imesex, necesitaba ganar más dinero, y quise probar suerte trabajando por mi cuenta. Así es que di las gracias en el Imesex, y comencé una tortuosa búsqueda de trabajo. Seguía siendo una mujer transgénero sin documentos a mi nombre.

 

Fue mucho más difícil de lo que yo había imaginado. Conseguí de nuevo un trabajo como docente, en una preparatoria abierta, pero era la primera vez que fuera de los foros de sexología, volvía yo a dar clases como mujer. Ya no tenía el idealismo que tuve en mi juventud, y por otro lado, me mantenía a distancia de mis alumnos y alumnas temerosa de que pudieran leerme como transgénero.

 

Como suele pasar en ese tipo de escuelitas, en algún momento me quedé sin grupos y sin horas, además de que me estaba estresando demasiado. Ya no nos estaba alcanzando para cubrir los gastos y menos con la hija. Hormiga, que tenía familia en Tabasco, sugería que nos fuéramos para allá, y en los últimos meses del año, fabricar piñata, para venderla en diciembre. Yo no quería, pero tampoco tenía una mejor opción. Como en ese tiempo hubo huracán, en el golfo, tuvimos que cambiar el plan, dejamos nuestro departamentito donde habíamos sido felices, y nos tuvimos que mudar a casa de su familia en Xochimilco.

 

Eso fue horrible. Su familia nunca me había querido, pero Hormiga se había impuesto y por ella me habían tolerado. Estando allá pude advertir, como las presiones y las dinámicas de su familia la hacían violentarse más. Ella seguía saliendo a vender, y yo me quedaba en casa, cuidando a la hija. Estaba terminando de escribir mi tesis de licenciatura. Yo no tenía trabajo y de lo último que me había caído, escribir unos artículos para una revista, salió mal y no me los terminaron de pagar.

 

Tuvimos, una última discusión, no recuerdo a bien por que fue. Creo que yo no había bañado a la niña, estaba escribiendo en la computadora. Hormiga se molestó y amenazó con apagarme la computadora, yo no la dejé y forcejeamos un poco. Como en otras ocasiones, me dijo, que ya no quería que estuviéramos juntas. Y está vez, yo ya no quise calmarla. Y le dije que yo tampoco quería que estuviéramos juntas.

 

Al día siguiente, empaqué algo de ropa y mi computadora. Y muy triste, fui a pedir asilo a casa de Anxélica y de Shantall. Mi relación con Hormiga había terminado. No tenía trabajo, no tenía casa, y lo más cercano a una familia fueron mis amigas. Regresar a la casa familiar no era una opción en ese entonces. Y se iba a poner peor…

Continuará.

Tomado de: Bio contada a Cindy (Fragmento)

En la primera foto, en la primera emisión de “Días de trasgénero”, Anxélica, Shantall, Xavier Lizarraga, Juan Luis Álvarez-Gayou, Rodolfo Alcaraz y una servidora. En la segunda foto, Ceremonia de santa unión, Hormiga y yo en el 2000. 

 

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