Jueves 17 de marzo 2005
Crónica de una semana desesperada. Parte 4 de 7
Por Alejandra Zúñiga
Duermo
hasta tarde. No tengo muchas ganas de levantarme. Por fin decido activarme. Me
pongo a escribir el comentario completo sobre el texto que me envió Ericka.
Disfruto haciendo el análisis de su relato. Mientras lo hago, como
distraídamente algunas galletas y la mitad de una taza de agua de horchata que
quedo de ayer.
El poco
queso que quedo se ha fermentado y ya no es comestible, uno de los inconvenientes
de no tener refrigerador. Son ya casi las dos de la tarde, me apuro a vestirme
y me lanzo al correo electrónico. No hay ofertas de trabajo nuevas. No hay
respuesta para el difunto, pero han contestado de la agencia sexual. Un breve
correo indicando que recibieron mis datos, que las citas serán la próxima
semana y que antes del lunes se comunicaran conmigo ¿Será?
Le envío
a Natalia y Miriam la tercera parte de la crónica, no he recibido respuesta
alguna de ellas. Supongo que no han revisado su correo o no han tenido
oportunidad de leer mi largo escrito. Una parte de mí se preocupa, la otra se
resigna. Le respondo a Ericka enviándole mis comentarios sobre su relato y como
una confidencia entre escritoras, le envió también la crónica.
Me dan
las tres de la tarde, ya no me da tiempo de comer, aunque por el otro lado, no
tengo mucha hambre. Tomó el micro que me lleva hasta el metro Copilco, ahí me
compro una banderilla y unas galletas de ajonjolí. En el metro filosofo un poco
sobre mi situación, me siento mucho mejor, más tranquila, casi puedo decir que
me he olvidado de la crisis.
En una
de las ventajas de mantenerse ocupada, me crea ilusión de que nada malo ocurre,
de que no es necesario que tome ninguna medida desesperada, pero sé que si no
hago nada, la catástrofe llegará. Estoy gastando y no tengo ingresos. Lo que tengo se acabará en algún momento…
Creo que prefiero no pensar en ello.
Reflexiono
en cómo me he ido desvinculando de la vida y en la necesidad de crear nuevos
vínculos. Entonces recuerdo algo que hace tiempo había olvidado, parte del
proceso que una persona transexual ha de llevar consiste en crear una red de
apoyo formada por amistades o personas de su confianza que conozcan o están al
tanto de su situación. Por si la persona entra en crisis, tenga en quien
apoyarse.
Ya no me
considero transexual, pero esto sigue aplicando para mí como transgénero. Para
mí esta red había estado ahí desde el principio, tanto lo di por hecho, que
creo que lo llegue a olvidar. Hoy en día, ya no la tengo. Me parece que tengo
que volver a trabajar para hacerme de una nueva red de apoyo, ya tengo algunos
pilares.
Mis
pensamientos cambian de dirección. Se me ocurre que podría ocupar el préstamo
de Andrea para viajar a Aguascalientes y sondear el terreno con mi hermana,
pero descarto la idea, se me ocurre que si le pregunto a mi hermana corro el
riesgo de que se niegue. Total, me hizo el ofrecimiento de vivir en su casa
hace como tres años, espero que no haya cambiado de idea.
Si me
veo obligada a mudarme allá, le caeré de improviso. Suspiro. ¡No quiero dejar
mi casa!, ¡no quiere irme!, pero siento que eso no depende de mí… Bajo en
Insurgentes y camino hasta las nuevas instalaciones de Linda’s Place, no tengo
el número del edificio y me detengo en un teléfono para averiguar, en eso
escucho que alguien me grita desde arriba. “Zúñiga”. Es Linda quien desde la
ventana me llama. Baja a abrirme y subo con ella.
El local
aún está en remodelación. Hay muebles y objetos amontonados, latas de pintura y
el piso está totalmente cubierto de polvo en cantidades industriales. No habrá
consulta. Platico amenamente un rato con Linda y con Nadia principalmente,
mientras Zara y Alfonso pintan.
Hago
tiempo hasta las siete cuando me encuentro con Rodolfo y Angie, nos desplazamos
hasta un café cercano dónde cenamos y platicamos. Una especie de consulta
informal. El que sea informal me permite tomarme libertades dialécticas que
habitualmente no me permito en consulta. Nuevamente disfruto mi quehacer como
psicóloga.
Creo que
he hecho una buena labor. Un punto más a favor para la profesional, pero para
Alejandra, la persona detrás de la profesional, la crisis persiste, pero eso es
algo que tendrá que resolver en privado. La profesionalidad implica discreción.
El costo
de la cena es cubierta por Rodolfo y Angie. “La causa se los agradece” digo
sinceramente a modo de agradecimiento. Charlamos durante el trayecto a casa.
Les platico sobre mi experiencia en el albergue, creo que entre más lo cuento,
menos terrible me parece, o al menos me siento menos culpable por haber tirado
la toalla.
Pronto
estoy en casa. Me siento tranquila creo que me estoy evadiendo muy bien de
tener que afrontar los hechos. Pero por el momento prefiero estar así.
Mañana
es viernes, mi último día hábil de la semana que me he marcado como plazo. No
tengo muchos compromisos para mañana, tan sólo mi cita con mi terapeuta a las
18:30 ¿Qué pasara?…
Mientras cursaba la maestría en
Sexología educativa, sensibilización y manejo de grupos. Aproveché para tomar
otros varios cursos extracurriculares que el Imesex ofrecía.
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