Martes 15 de marzo 2005.
Crónica de una semana desesperada
parte 2 de 7
Por Alejandra Zúñiga
Despierto con un sentimiento de abatimiento, buscando razones para levantarme, hoy es martes, hoy es mi clase de baile hawaiano, me gusta mucho, pero es hasta la noche.
Me obligo a mí misma a salir de la cama y activarme, me rehúso a caer en los pensamientos pesimistas que me asaltan. Tengo que llamar a la escuela de ayer, y si acaso me aceptaran, vestirme apropiadamente para pasar a recoger los programas, pero si me visto formalmente y no me aceptan me voy a sentir muy mal.
Con todo, hago un esfuerzo de voluntad y me obligo a vestirme formalmente, todo en aras de sentirme bien conmigo misma. Me pongo a estudiar un rato inglés en la computadora, cualquier cosa con tal de mantenerme activa.
Llamo a un par de escuelas, sí las de los anuncios de ayer. En una de ellas, me dan cita para el martes doce de abril a las 8:30 de la mañana. Creo que ya dejé un curriculum en esa escuela el año pasado.
Secundaria y preparatoria particulares, si mal no recuerdo, muy conservadores, mis probabilidades de que acepten mi transgénero son bastante pobres si no es que nulas y quién sabe si para el doce de abril aún este por aquí.
Sé que no hay mucha
esperanza, pero llamo a la escuela a la que fui ayer. La secretaria que me
contesta me dice que la línea de
Después de la llamada mi celular chilla y me avisa que mi crédito es inferior a diez pesos y que vence el primero del próximo mes. Lo siento teléfono, no habrá dinero para recarga por ahora, me sale más barato comprar tarjetas para teléfono público.
Voy a revisar mis correos al internet. Me han contestado de “Fantasy Dream” la agencia que solicita a las trans para el trabajo sexual, es una carta de machote, donde me piden mi descripción y un número de teléfono para concertar una cita. Nuevamente dejo volar la imaginación y me debato con mis temores.
No hay otras ofertas nuevas de trabajo por el momento. Tampoco le contestaron al difunto. Salgo del café y dudo si volver a llamar a la escuela, es prácticamente un hecho que he sido discriminada una vez más. Me siento molesta ante la idea de que me sigan dando largas en lugar de una respuesta concreta, decido llamar por última vez, pase lo que pase. Tan sólo por mi integridad.
La secretaría me informa que el puesto ya ha sido ocupado. Lo sabía, pero la tristeza se apodera de mi corazón. Le doy las gracias y cuelgo, tal vez pude haberme indignado con ella y hasta ofenderla, pero ¿Qué caso tenía? Me considero demasiado educada para rebajarme a ese grado.
Me siento triste, abatida y desanimada, mis deseos de entregar curriculums se han desboronado, al menos por ahora. Regreso a casa y me pongo a escribir la famosa descripción para la agencia sexual con sentimientos encontrados. Estoy sorprendida de estarle dedicando tiempo a ello.
Tan culpable me siento que me obligo a escribir algo para el glosario que me pidió Miriam y que no tenía ni la mínima gana de hacer. Junto con la descripción me piden una foto, la única que tengo más reciente es de hace un año, y es una fotografía tamaño infantil, nada apropiada para estos menesteres, pero algo es algo.
Mi teléfono suena, el consultante desaparecido llama, concertamos cita para las cinco de la tarde, espero que me dé margen para entregar antes otro curriculum. Y después de la consulta me quedaré con el tiempo justo para llegar a mi clase de baile Hawaiano.
Con sentimientos encontrados salgo de nuevo para el internet. Los dos cafés más cercanos a mi casa están llenos, en un tercero no tienen escáner. ¿Será acaso la vida tratando de disuadirme, para que no cometa una torpeza? No lo sé.
Mi ánimo está abatido, me dan ganas de regresar a la casa y no salir, ni siquiera tengo ganas de ir a mi clase de baile que tanto me gusta. Empiezo a alejarme de la casa, sé de otro café pero está como a diez cuadras, el largo trayecto me deja a merced de mis fantasías catastróficas una vez más y me sorprendo jugando al velorio.
Esto de morirse es una lata, si me quitará la vida en mi cuarticasa le dejaría una penosa faena a mi casera, y ha sido tan buena persona que creo que no se lo merece. Además ¿qué sería de mis cosas, quién desocuparía mi casa? ¿Mi madre? O ¿Quizás podría confiarle tal tarea a un amigo o amiga, pero quién?
Tal vez lo mejor sea que desocupe mi cuarto al final de mes. ¿Y mis cosas? No sé, tal vez podría pedirle a algún amigo o amiga que me las almacene por algún tiempo o tal vez, regalarlas de una vez. Tal vez, podría deshacerme de ellas y con lo poco de dinero que me quede pagarme un boleto de ida a Aguascalientes a ver a mi hermana.
Hace dos años ya pensé en eso, otro bonito lugar para irme a morir. Me daría gusto ver a mi hermana y a mis sobrinos, pero ella y sus hijos también viven al día, eso de ser una “carga deprimida” no me es nada grato y tampoco la idea de dejarle el paquete de mi defunción.
Tal vez, disfrutaría siendo ama de casa para mi hermana y mis sobrinos, pero ser transgenérica en una de las ciudades más conservadoras no parece muy prometedor. La angustia me invade, me quedan tres días, para encontrar un trabajo y no me siento muy optimista. Siento como si mi vida no tuviera continuidad más allá de esta semana.
Esta es la semana de muerte súbita, al final de ella, algo va pasar, tal vez no muera físicamente, pero creo que alguna parte de mí morirá, no importa como lo considere, parece que voy a perder algo, no tengo forma de evitarlo, lo único que está en duda es que tanto de mi vida voy a perder.
No quiero dejar mi casa, no quiero perder mis cosas y aunque me repito que son solo cosas, objetos materiales, las lágrimas asoman a mis ojos, pero no las dejo salir, contengo mi llanto mientras camino por las calles sintiendo que la vida se me acaba. Una semana de vida. Me lo reprocho, ¿Por qué me estoy condenando a muerte? La vida ya está siendo demasiado dura para que yo gaste mis energías pensando en mi autoaniquilación.
Cómo puedo me sacudo los
pensamientos al llegar al café. ¡No hay máquinas! ¿La vida insiste?… Sigo
caminado un par de cuadras más hasta el siguiente café. Ahí pido que escaneen
mi foto y cuando quiero copiar un archivo que me envió Ericka, el encargado me
dice que el drive de esa máquina no sirve. ¿La vida insiste?…
Me cambio de máquina a una muuyy lenta, mando la dichosa descripción y la foto, ahora será lo que será, a esperar la llamada y a ver qué pasa.
-
He aquí mi descripción
Soy una mujer transgenérica
de 38 años de edad.
Mido 1.60 peso 69 kilos,
complexión media
Tez apiñonada, ojos castaños.
Cabello, medio quebrado
originalmente castaño oscuro, bastante canoso.
Ahora, castaño claro, mis
canas tienen autodeteminación
El largo de mi cabello es unos 10 cm debajo de mis hombros.
Estoy consciente de que mi cabello está bastante maltratado, pero me gusta poder usarlo, sabiendo que es mi cabello, sin embargo, para estos fines, tal vez me fuera conveniente usar una peluca…
Nunca recibí asesoría profesional, pero tengo una voz femenina bastante pasable, sobre todo por teléfono, que incluso puede modular sensualmente.
Estoy en tratamiento hormonal, mis pechos son pequeños, supongo que copa B en talla 36… Soy ancha de espaldas.
Estoy tomando algunas clases de baile Hawaiano, con lo que espero afinar mi cintura, tengo algo de barriguita que no me gusta mucho, aunque mis contornos me agradan bastante, no están tan mal para alguien que empezó a hormonarse después de los 30 años.
Tengo bonitas piernas, creo
que es uno mis mayores atractivos.
Calzo del número 5, lo cual para una persona de mi estatura es bastante conveniente, no batallo mucho para encontrar zapatos.
No he pasado por cirugía de reasignación y prácticamente la he descartado.
No me considero una obsesionada de mi imagen, la foto es del año pasado, no tengo fotos recientes. Soy psicóloga clínica, sexóloga, sensibilizadora de grupos y tarotista. También colaboro en un grupo de apoyo para personas bisexuales.
Actualmente vivo de forma independiente, al sur de la ciudad. Mi última relación de pareja terminó hace dos años. Me encuentro soltera y sin compromisos. En este momento de mi vida, no ha sido una prioridad tener pareja.
No suelo ser muy sociable, aunque puedo ser perfectamente extrovertida e incluso locuaz, si la situación me lo demanda. Tengo sentido del humor y uso con sutileza la ironía y el sarcasmo.
Usualmente soy más dada a la reflexión y a soñar despierta. Me considero bisexual, aunque con un mayor gusto hacía las mujeres. Creo que tengo mucha teoría en encuentros sexuales y poca práctica. Mi expareja una mujer biológica ha sido mi única pareja. Nuestra relación duró seis años.
Siento algo de curiosidad por explorar mi sexualidad y otras sexualidades, pero hasta el momento las circunstancias de mi vida me han resultado adversas a este propósito. No es muy fácil dedicarse a ello cuando lo importante es cubrir las cuentas del siguiente mes; no se cuenta con un ingreso regular y se es discriminada laboralmente.
Me gusta la música instrumental, aunque puedo variar y escuchar un poco de todo según mis estados de ánimo.
Me gusta leer. Lo último que
leí fue una biografía sobre
Confucio y varias historias de feminización forzada que bajé de la red.
Tengo ya algo de tiempo escribiendo una novela y el año pasado colaboré con varios libros de sexología para una editorial.
Me gustan algunos juegos de video como “Age of empires II”; en general disfruto juegos de estrategia y/o de rol.
Como mencioné estoy tomando
clases de baile hawaiano que encuentro muy placenteras.
En general, disfruto más una
buena charla de café que una noche en la disco.
Me considero una especie de
filosofa aficionada.
Emprendo el camino de regreso, ya no pude entregar el otro curriculum. Me queda poco tiempo antes de que tenga que ir al encuentro de mi consultante. Tal vez, debería de comer algo, pero la verdad, no tengo hambre, lo vuelvo a considerar, si no como ahora, no podré comer sino hasta después de mi clase de baile, eso sería como a las diez de la noche.
Decido servirme un plato de cereal con leche. Y me pongo a leer un rato para hacer tiempo. Cuando casi estoy lista para salir, llama mi consultante para posponer la cita hasta el día siguiente, nos ponemos de acuerdo para las once de la mañana del miércoles. Pero eso me frustra un poco. De haber sabido hubiera ido a entregar mi curriculum.
Sigo leyendo y haciendo tiempo hasta la tarde, cuando salgo para mi clase baile. Al llegar, el lugar está cerrado, por un momento me siento muy frustrada, pero por fortuna las luces se encienden y alguien abre la puerta. Espero por una hora, poderme olvidar de mis penurias. Disfruto mi clase, no obstante, no puedo sustraerme del todo de mis sentimientos fatalistas…
De regreso a casa, mis temores me acosan, me rehúso a dejarme llevar por ellos, pero están siendo muy persistentes. Mi cita con mi terapeuta es hasta el viernes, ¡falta mucho tiempo! ¿Estaré viva para entonces? De todos modos creo que será la despedida, no creo que pueda seguir costeándolo. Me estoy sintiendo morir.
Vuelvo a considerar mis
opciones y el panorama no es halagador. ¿La casa de mi madre? ¿La casa de mi
hermana en Aguascalientes? ¿Dejar mi cuarticasa a final de mes? ¿Regresar a
El recuerdo del rechazo del lunes me abruma, “tan cerca y tan lejos”. No me siento con fuerzas para poder sobrellevarlo, ¿De qué me agarro? ¿De dónde puedo sacar fuerzas? ¿Vale la pena seguir con todo esto?…
El llanto me invade y lo reprimo, me rehúso a darle salida, me rehúso a seguir pensando en tal forma. “Aún no Ale, aún no”. Me digo “Lucha hasta el final, de cara al sol” aún tienes tres días, vívelos lo mejor que puedas.
Necesito evadirme, pensar en cualquier otra cosa menos en esto. Me las arreglo para contener el llanto en el trayecto a casa, pero no puedo sustraerme a la idea de que estoy muriendo y tengo un pie en la tumba.
Tal vez ya morí hace tiempo, sólo que no me había dado cuenta, y poco a poco me he ido desprendiendo de la vida. Tal vez, debería buscar la ayuda de mis amigas y amigos, pedirles ayuda, pero ¿Cómo me van a ayudar? ¿Qué pueden hacer por mí? Necesito soluciones de fondo y no creo que este a su alcance dármelas. Además, el sólo pensar en pedir su ayuda me hace sentir mortificada, creo que mi autoestima lo padece.
Me odio tan sólo de pensar en llamar la atención de esa manera. Me odio cuando resulto tan miserable y patética. Tal vez, sólo estoy siendo melodramática. Y creo, que tienen mejores cosas que hacer que atender histéricas peticiones de ayuda.
“Pero tal vez, si valga la pena que pidas su ayuda Ale”. Me digo a mí misma “Tienes que reconocer que estás muy mal, aunque te quieras hacer la fuerte, tal vez la crisis nerviosa que temías llego y no te has dado cuenta”. Le dije a mi terapeuta que no quería terminar en el psiquiátrico y no me hizo caso. Aunque esa podría ser otra opción, no muy halagüeña tampoco, pero otra opción al fin.
Me detengo en la esquina de
mi casa para comprar una hamburguesa. Tengo poco dinero en la bolsa, pero deseo
darme el gusto. ¿Ya de trabajar? Me pregunta
“Trae una carita, que se ve que está bien cansada” Me dice. Contesto con un nuevo “sí” igual de tímido. Mientras contengo mi llanto lo mejor que puedo. Llego a mi casa y la saludo. “Hola casa, ya estoy aquí… eres mi casa… al menos por hoy” El llanto contenido se me escapa…y lloro…
No sé cómo voy a terminar esta semana, espero que algo bueno surja y que en unos días recuerde todo esto tan sólo como anécdota divertida. Por si acaso… He tomado la decisión de escribir esta crónica, me parece importante dejar un testimonio de cómo son mis circunstancias. Tal vez ingenuamente pensando en que sirvan de algo para alguien.
Sé que es muy melodramático y me lo reprocho, pero lo prefiero a las cartitas que rezan. “No se culpe a nadie de mi muerte”. En mi caso, yo si culparía a la discriminación y a las circunstancias de una sociedad indolente…
En fin, no quiero asustar a nadie. Es de madrugada, son cerca de las 3:30 am. Me voy a dormir. En teoría mañana tengo una consulta a las 11:00 de la mañana y a las 19:00 hrs. tengo una cita con una amiga para cenar. Después de escribir todo esto y de llorar a lo largo de, me siento más tranquila. ¡Gracias!
Continuará.
Crónica de una semana desesperada. Por Alejandra Zúñiga parte 2 de 7.
Las primeras constancias de las pláticas que dimos como parte de Eon, venían a nombre de “Grupo EON” después, empecé a tener constancias a mi nombre, cuando era yo quien daba una plática o tomaba una capacitación.
Así que las primeras
constancias que tuve a mi nombre, aun muchos años antes del cambio legal,
fueron las que mis pláticas como activista me dieron.
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