Mi viaje de la ciencia al esoterismo.


 

Por Alejandra Zúñiga

En mi infancia, tuve un carácter tímido y retraído. Me daba por ensoñar y me gustaba la ciencia ficción, en particular los robots. El robot, de la serie original de perdidos en el espacio, fue lo más cercano que tuve a un ídolo en mi infancia y primeros años de juventud.

 Así que no es tan raro que me haya refugiado en el pensamiento científico y en la lógica, ni haya querido estudiar robótica y electrónica. Cursé el bachillero en físico matemáticas de forma no muy brillante, en el Instituto Politécnico Nacional y más tarde, un año de ingeniería, después de dos bajas temporales, en una etapa complicada de mi vida, mi primera gran crisis existencial.

Hubo dos razones principales para que abandonara definitivamente la ingeniería, mi formación en físico matemáticas era deficiente y la segunda, la tecnología de ese momento, e incluso en la actualidad, no es capaz de crear, la inteligencia artificial como la de los robots que aparecían en la televisión y el cine. Así es que después de hacer las revalidaciones correspondientes, entre a estudiar Psicología, en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Supongo que mis inquietudes, acerca de mi transgénero, me llevaron a buscar explicaciones de porque yo era así. Curiosamente las respuestas que encontré en la psicología y en la ciencia académica que conocía, no me pudieron dar una explicación satisfactoria. Desde entonces tuve también cierta inquietud por los fenómenos paranormales, quería creerlos, pero siempre desde la mirada científica.

 En una ocasión, mientras daba clases de preparatoria abierta, uno de mis alumnos, me comentó que él leía el Tarot, y se mostró insistente en hacerme una lectura. A mí, el Tarot me daba cierta curiosidad, pero no dejaba de resultarme una superstición más o menos folclórica, a la que no daba mucho valor, más ante la insistencia de mi alumno, y para quitármelo de encima, accedí a que me hiciera una lectura… 

¡Quedé tan asombrada!, si no se trataba de un truco, ahí había algo que tenía que probar y explorar por mí misma, así que poco después, con una orientación inicial de mi alumno, me conseguí un mazo de Tarot, y algunos libros y comencé a practicar, haciendo lecturas a conocidos y amistades. Pude constatar que funcionaba, aunque me seguía intrigando, el por qué y cómo parecía funcionar. Encontré una explicación que me resultó convincente, en el principio de sincronicidad.

Rachel Pollack, lo explica así, en Tarot, los 78 grados de sabiduría: “En la década de los años treinta, Carl Jung y Wolfgang Pauli decidieron estudiar las “coincidencias significativas”. Jung se interesó en el tema a partir de la astrología y de los experimentos con el I Ching, que lo asustaron de modo muy semejante a como el Tarot asusta a la mayoría de las personas. Pauli abordó el tema desde una participación mucho más personal, ya que parecía perseguido para las coincidencias como por un perro fiel y con frecuencia torpe. Las investigaciones de ambos no llegaron en realidad mucho más allá de la etapa de proclamar que tales coincidencias existen, y que tras ellas debe de haber alguna especie de principio subyacente. Los autores añadieron, sin embargo, una palabra nueva a los lenguajes del mundo: sincronicidad. Los acontecimientos son sincrónicos cuando no los conecta ninguna causa observable y, sin embargo existe entre ellos un significado.”

“… si reunimos informaciones en forma aleatoria y libre de las conexiones causales de la dirección consciente, entonces la sincronicidad acausal las vinculará de manera significativa… (…) Para dar al principio ocasión de que funcione se necesita un método cualquiera de producir pautas aleatorias, que tanto puede ser barajar naipes como arrojar monedas.

…La información existe y nuestro inconsciente ya la conoce. Lo que necesitamos es algo que actúe como un puente para llevarla a la percepción consciente”.

Mi alumno mi había explicado que las cartas se impregnaban con la energía del consultante al mezclarlas, por lo que la pauta seudoaleatoria se reorganizaría de acuerdo al patrón de su energía personal. Lo cual constituiría un mapa que nos muestra lo que la persona hace, su momento actual, y lo que es probable que le pase, según el curso actual de los acontecimientos.

Así es que seguí practicando a lo largo de los años siguientes, el Tarot se convirtió en mi puerta al mundo esotérico. Poco después del incidente, que me hizo adelantar mi salida de la casa familiar para empezar a vivir como mujer, entré a trabajar a una línea telefónica de Tarot, una de las primeras que hubo en México, allá por 1996. 


Al principio dudaba de que se pudiera hacer una lectura por teléfono, porque la persona al otro lado de la línea no podría mezclar las cartas, pero aprendí, que solo bastaba con pedir permiso a la persona, pedirle que no cruzara brazos ni piernas y que pensara en las que preguntas que quería hacer al Tarot, mientras yo mezclaba las cartas en su nombre. 

El Tarot funcionaba y se podían hacer lecturas a distancia. En comparación con mis compañeras de trabajo en la línea yo sentía que mi sensibilidad para las lecturas era muy pobre en ese entonces y al principio sentía, que mis lecturas eran muy mecánicas. A menudo mis conocimientos en psicología, me indicaban que podía y que no podía ser posible en una lectura, y eso interfería con mi intuición, en la que confiaba poco, pero que iría desarrollando con el tiempo. 

Cuando aprendí a separar mi saber científico de mi saber esotérico, pude leer con más fluidez y confianza. La ciencia puede ser muy útil cuando se puede medir y cuantificar un fenómeno, y/o cuando hay un conjunto de conocimientos suficientemente desarrollados sobre el tema de estudio, pero cuando se trata de fenómenos que no pueden ser medidos, ni replicados a voluntad, o sobre los que no se sabe demasiado; el pensamiento esotérico y la intuición pueden resultar útiles. 

Hay cosas que no pueden explicarse con la ciencia actual, pero funcionan. Estuve dos años en esa línea, así es que a la par que continuaba mis estudios en la Universidad, aprendiendo sobre las distintas corrientes en psicología; también aprendía sobre distintas disciplinas y filosofías esotéricas. Astrología, numerología, reflexología, karma, vidas pasadas, fenómenos paranormales, rituales mágicos, y otros.

 Cuando la línea cerró. Estuve batallando un tiempo con el desempleo y trabajos temporales. Entonces, surgió la oportunidad de estudiar, en el Instituto Mexicano de Sexología, con beca por intercambio de trabajo. Eso le dio otro giro a mi vida, pero no dejé de alternar el conocimiento científico, con el esotérico, y habrían más cosas por venir…

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