Miércoles 16 de marzo 2005.



Crónica de una semana desesperada. Parte 3 de 7

Por Alejandra Zúñiga

Despierto antes que suene el despertador, siento mis ojitos arenosos por la desvelada.

Me estiró y siento un jalón en mi pantorrilla izquierda, rápidamente la contraigo, hay indicios de que quiere engarrotarse, señal de que estoy físicamente muy tensa, aunque emocionalmente me siento más tranquila.

Me levanto y me meto a bañar. Decido usar uno de mis vestidos floreados, no tengo ánimo para algo más formal, además mis vestidos floreados, sobre todos los de color claro me hacen sentir mejor, más en armonía, al menos, en este momento de mi vida.

Desayuno ligero y salgo para encontrar a mi consultante. Quedé de verlo en su hotel. Soy muy quisquillosa para dar consulta psicológica fuera de un “consultorio”, pero esta persona es de Veracruz y sólo está aquí por unos días.

A las afueras del hotel me aborda un hombre que resulta ser mi consultante, pasamos a su habitación. Nos sentamos y preguntó ¿En qué puedo ayudarte?… 

Me habla de sus dudas e inquietudes, es un hombre travesti que ha empezado a sentir inquietud por la transexualidad; y por la siguiente hora me dedico a darle información y aclarar sus interrogantes. Al término, queda más tranquilo, yo recibo mi pago y salgo con un sentimiento de bienestar y una gran alegría. 

Disfruté mucho la sesión, siento que fui muy profesional. En el fondo de mí siento que soy muy buena haciendo esto, es cuando lamento que el mundo no aprecie lo que hago y me siento desperdiciada. Pero eso no nubla la inmensa alegría que siento, ¡Me siento viva de nuevo! 

No deja de sorprenderme. Mi cabecita me dice que los 300 pesos que me han pagado no alcanzaran para mucho, ni me resuelven la existencia, pero mi corazón está que brinca de gozo y el día parece más brillante. Me permito disfrutar mi alegría.

Sé que al término de la semana tendré que tomar decisiones dolorosas, pero me siento más tranquila y resignada. De momento la idea de irme a Aguascalientes, no parece tan terrible. Al mismo tiempo me permito considerar “planes a futuro” en caso de quedarme. 

Quiero dar la capacitación para Opción bi en el “Encerrón de Azcapotzalco”, eso será una semana después del límite que me he fijado. Pero fantaseo con la posibilidad de poder hacerlo, tal vez, sea mi despedida de grupo, si es así, quiero irme en grande, preparar una muy buena jornada de capacitación. 

Fantaseo también con una idea que se me ocurrió hace poco, esto es, hacer una serie de esquemas, sobre dónde me encuentro en mi crisis existencial y cuáles son los dilemas sobre el “transgénero” a resolver, eso sé que me tomará tiempo. Si me quedo, podré empezar a hacerlo. 

Paso a revisar el internet. No hay ofertas nuevas de trabajo. No hay noticias de la “agencia sexual” y no hay respuesta para el difunto. Aún con sentimientos encontrados envió el archivo con el inicio de esta crónica a Miriam y Natalia. 

Me siento de mejor ánimo, siento que tal vez no debí mandarla, pero no tengo la certeza de que este estado de ánimo me dure. Creo que fue lo mejor. 

Regreso a casa, tengo hambre, pero no puedo decidir que se me antoja para comer, opto por unos taquitos de queso. Me compró medio kilo de tortillas y un cuarto de queso doble crema. Me pongo a leer mientras escucho un poco de música. 

Tengo sueño, la desvelada me cobra su precio, pero me resisto a dormir, tengo frío, termino cediendo. Despierto un par de horas más tarde, hago un poco de tiempo empezando un comentario para el escrito que me envió Ericka, el tiempo apremia. 

Me doy una “manita de gato” y salgo al encuentro de mi amiga Andrea. Me llevo para leer en el camión el libro del sexólogo pionero, Magnus Hirschfeld, sobre travestismo que Rodolfo Alcaraz me hizo favor de obsequiarme el sábado pasado. 

No me siento muy de humor para estudiar “transgénero” ahora, pero empiezo a leerlo. Llego al Toks convenido diez minutos antes y espero, vuelvo a sacar mi libro y leo. Espero que Andrea no me plante como la última vez, cuando tuvo un contratiempo. Llega diez minutos tarde, yo respiro con alivio. 

Charlamos amenamente. Empieza ella hablándome de las circunstancias por las cuales me tuvo que plantar. Un problema legal bastante complicado. Al terminar me pregunta. “¿Y tú? Tenías buenas noticias”. Me dice. Yo sonrío y le digo “Tenía. Llegaste tarde”. 

Procedo a contarle sobre mi último trabajo y las razones que me obligaron a dejarlo, le hablo de mis estados de ánimo, de mi zozobra, de mis dilemas y de mis opciones. Sin embargo, me siento tranquila. 

Ella me habla de su trabajo, de su familia y también de sus incertidumbres. La charla transcurre de forma fluida, después de todo, las dos somos psicólogas y sexólogas, ella fue compañera mía en la formación de sexología educativa. 

Después de cenar y terminada la plática, ella paga la cuenta como había ofrecido como compensación por haberme plantado. Al despedirnos me dice, “espero que no te ofendas, pero quiero prestarte 600 pesos”.  “Híjole, Andrea, me pones en un dilema”.  Le digo. 

“Anótalos en tu libreta y cuando tengas me los pagas, yo también sé lo que es estar así”. Me dice. Con sentimientos encontrados se los acepto. “Está bien, lo ‘trabajaré’”, Le digo. Una parte de mí me lo reprocha, pero la otra parte me dice que cualquier ayuda es valiosa en este momento. 

Me dirijo al paradero, espero no tener que usar su préstamo o en su defecto, devolverlo lo más pronto posible, aunque siento que encontrar trabajo no será sencillo y devolver el préstamo tampoco, por un momento, las lágrimas amenazan en mis ojos, pero sólo por un momento. Desaparecen. 

Llego a casa con un sentimiento de tranquilidad y resignación, que diferencia respecto al día de ayer. 

Me sigue asombrando como me zarandean mis emociones, no sé si es la crisis existencial, el estado de fragilidad en el que me siento y me pone en contacto con un mundo emocional terrible, antes desconocido, o mis recién adquiridos estrógenos, o tal vez, una mezcla de todo.

Me pongo a escribir la crónica del día, después posiblemente lea un poco, me siento cansada, creo que iré a dormir temprano. Mañana tengo una consulta en Linda´s Place que estrena instalaciones y después, me veré ahí mismo con Rodolfo Alcaraz y su novia Angy.

Continuará.

Tomado de: “Crónica de una semana desesperada” Por Alejandra Zúñiga. Parte 3 de siete.


Tarde varios años, en poder pagar ese prestamos de 600 pesos, pero ¡pude hacerlo! 

La mayor parte de mi formación en sexología, la hice varios años antes que el cambio legal de nombre fuera posible. Pero en empatía y congruencia con su discurso el Imesex, emitió mis constancias a mi nombre femenino. Incluso aun antes de que me titulara de la licenciatura en psicología. Lo cual creo un desfase en papeleo. La maestría no podría ser legal hasta que me titulara de la licenciatura y entregara los documentos correspondientes y de ser posible, cambiara legalmente mi nombre.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Feminización Forzada, Emperatriz Sissi y Petticoat Discipline

DIVAGACIONES SOBRE LA FEMINIZACIÓN FORZADA.

Los inicios de mi feminización forzada