Sábado 19 de marzo 2005



Crónica de una semana desesperada. Parte seis de siete

Por Alejandra Zúñiga R. 


Despierto cerca de las diez de la mañana. No tengo nada en agenda para hoy, y ciertamente no me siento con muchas ganas de lavar. Me quedo en cama media hora más mientras considero posibles planes para salir. La verdad, es que no tengo ningún lugar a donde ir, pero siento que no es muy sano que me quede en casa todo el día.

 

Pienso que podría darme una vuelta a la calle de Álvaro Obregón, la semana pasada vi ahí, entre varios puestos, uno que vendía miniaturas para casas de muñecas. No me siento muy convencida. No tengo dinero y no podría comprar nada. Podría solo ir a ver, pero me parece que está demasiado lejos, pienso en otras opciones, pero ninguna me convence.

 

Por un momento se me ocurre ir a casa de mi madre y sondear el terreno. ¿Qué tan viable sería que me quedará en su casa?… Además necesito pedirle el teléfono y la dirección de mi hermana en Aguascalientes. Creo que no es buena idea que vaya en fin de semana a casa de mi madre, es más probable que me encuentre con mis exvecinos, creo que sería incómodo, además, si voy con mi madre sé que voy a terminar inconvenientemente inquieta. Mejor no, tal vez entre semana.

 

Aún no muy convencida, me decido por Álvaro Obregón, que me sirva como distracción y como ejercicio.  Antes de tomar el micro paso al cajero.  Me restan 1300, el corazón se me hace chiquito. Ni modo. Bueno, eso sin considerar el préstamo de Andrea. Subo al micro con rumbo a Tasqueña y empiezo a considerar de nuevos mis opciones.

 

Tengo un ánimo resignado, trato de no “clavarme” en el pesimismo y considerar las cosas fríamente. La lógica “ojetiva” me dice que perdí la infraestructura que tenía para poderme vivir como mujer, luego entonces, el paso lógico sería retroceder, volverme a vivir como hombre hasta que pueda volver a hacerme de tal infraestructura de nuevo. Me pregunto por un momento, si siempre me hubiese vivido como hombre, ¿tendría trabajo ahora? ¿Y si lo tuviera sería feliz?…No, no creo que hubiera sido muy feliz. Si regresara a vivirme como hombre, ¿en qué trabajaría…? ¿Cómo psicólogo? La sola idea, me resulta ajena.

 

Desde que empecé a ejercer, mi quehacer psicológico ha estado siempre ligado a mi ser mujer. ¿Cómo maestro?… Bueno, creo que como hombre tendría más facilidad de colocarme en una escuela, pero no me apetece mucho la idea, creo que no me sentiría muy cómoda, o cómodo, dado el caso. Para ser maestro necesito tener fe en el sistema o esperanza en la posibilidad del cambio social y teniendo que vivir como hombre no tendría ninguna de la dos. Como maestra, supongo que me quedaría la esperanza en el cambio, es la razón por la que sí podría hacerlo como maestra, pero no como maestro.

 

Algún trabajo de empleado supongo, pero pagan tan poco…mmmm. Para trabajar como hombre no podría mantener mi casa, sería muy incómodo, mi casera y la gente de vecindario me saben mujer. Supongo que si Gilda me permite quedarme en su casa, podría intentarlo. Aunque sería bueno, que primero intentara colocarme como empleada, aunque sé que puedo ser rechazada. Creo que podría soportar cierta cantidad de rechazos, tengo algo de fuerza, pero no demasiada, si no funciona, tendría que intentarlo como hombre. 

 

¿Y qué haría si Gilda no puede darme asilo? ¿A dónde iría?… ¿Si voy a vivir como hombre, tal vez podría regresar a casa de mi madre? Si no me deprimo podría enclaustrarme. Conforme pienso en la idea una sensación de enojo y molestia me invade. Tener que vivirme como hombre sería vivirme en un mundo hostil.

 

Cuando “Alejandro” dejó el mundo se fue frustrado y desilusionado de la humanidad, incluso, un tanto amargado, supongo que se sintió derrotado. Si me volviera a vivir como hombre, no sería precisamente el mismo “Alejandro” que dejo el mundo el que volvería. No puedo retomar su vida dónde la dejó. Sé que hay una especie de nuevo “muchacho” formándose. Yo le llamo “Cosmo” o “Zúñiga”.

 

Zúñiga porque legalmente tendrá el mismo nombre del difunto y Cosmo odia el nombre de “Alejandro”. “Cosmo” por su correo electrónico, “Cosmólogo”, en realidad. Como quiera que sea, está muy molesto y enojado, sabe que viene a un mundo hostil, sabe que estará en guerra para sobrevivir, y se sabe oscuro. ¿No sería más fácil que yo tratara de disfrazarme de hombre en lugar de cederle mi lugar?… No, creo que no, no tengo la fuerza suficiente, será más fácil para él. Tal vez, podamos alternar y yo pueda conservar mi mundo privado como mujer. Tal vez…

 

He transbordado en el metro y estoy por bajar en Chilpancingo de ahí tomaré un micro. Sé que conforme pienso en todo ello, y me resigno a la idea de vivir como hombre, mis matices masculinos empiezan a asomar, antiguos patrones de comportamiento regresan y se instalan en mí. Si yo viviera en casa de mi madre sería muy difícil alternar, imposible diría. ¡No quiero irme!… Me angustio por un momento y me pido calma a mí misma. “No te claves” me digo. Vuelvo a las consideraciones.

 

Mi cabello necesita tinte. ¿Será rubio o negro? No lo sé, aún no quiero decidir. Llego a la calle de Obregón y contemplo las pinturas en los distintos puestos, me distraigo un rato. Mis movimientos son serenos, resignados, camino con lentitud, aunque físicamente no me siento cansada, creo que emocionalmente sí lo estoy, es más, diría, que me estoy moviendo con la “reserva de energía auxiliar” Caigo en cuenta que a mis “Alters masculinos” les encantan las analogías “mecánico industriales” y las “bélicas”. Suspiro. Se están instalando y yo tengo que cederles lugar.

 

Emprendo el camino a casa. Camino hasta el metro Hospital general…Cuando yo “llegué” me cedieron lugar, pienso. “soy la versión más actualizada y estoy mejor preparada para enfrentar las situaciones” les dije en aquel entonces, en su momento protestaron, pero ante el autoexilio de “Alejandro” y las negociaciones pertinentes quedaron conformes, dispuestos a cooperar y a ayudarme.

 

Hoy, la “fracasada” y la que tiene que irse, la que tiene que ceder, soy yo. Y no quiero, ¡no quiero irme!, pero no sé qué hacer para poder quedarme. Cuando “Alejandro” se fue no había mucho en su mundo que le hiciera volver la vista atrás. Yo sí tengo mucho que perder y eso me entristece. Cosmo va a romper con mi mundo. Me pregunto, ¿por qué tanto “encabronamiento” de su parte? ¿Por qué tiene que ser hombre desde la ira? “Alejandro” no era así, o al menos buena parte de los “Alters” masculinos, no eran así. Incluso había por lo menos un travesti. ¿No podría vincularme con él?… Suspiro.

 

Supongo que con el tiempo, podrán emerger y salir al mundo, pero por el momento se encuentran en niveles muy profundos. Cosmo se hará cargo. ¡No puede ser! ¡Es absurdo! Si vivo como hombre voy a dejar todas las cosas que me hacen ahora desear estar viva. Mi vida como mujer, mi casa, mis amigas y amigos, Opción bi, mis clases de baile… Es absurdo que tenga que dejar todo eso para poder seguir con vida. ¿Qué me hará vivir entonces?…

 

Bajo en Copilco y me compro unos platanitos fritos para mitigar el hambre. Los como en el micro rumbo a casa mientras medito.

Pienso en Aguascalientes, si me voy para allá, podría seguir siendo Alejandra, es cierto, perdería muchas de las cosas que tengo ahora, pero podría seguir siendo mujer. Posiblemente me enclaustraría allá. Con lo homofóbicos que son. Y es posible que me convierta en ama de casa. Adiós a la psicóloga, adiós a la profesionista, adiós a la maestra. Una parte de mí se siente conforme con tal destino. La otra, echaría de menos esas facetas.

 

Necesito llamarle a mi hermana, necesito asegurarme de que podré ser mujer allá. Los pensamientos me están poniendo ya de un ánimo abatido. Me doy cuenta que una parte de mí desea morir, sería la forma sencilla de evitarme tanta complicación; otra parte de mí, desea seguir viviendo y afortunadamente para mí, parece ser la parte mayoritaria.

 

Llego a casa. Decido dejar las reflexiones a un lado, evadirme felizmente por un rato, enciendo la televisión. Es tarde y me siento muy cansada para lavar. Será mañana. Resisto la tentación de dormirme. Considero que no me sería muy sano por ahora.

 

Busco algunas de mis notas para preparar la capacitación del “Encerrón de Azcapotalco”. Reúno lo que me puede servir y busco que más hacer, no encuentro algo que me agrade. Me sorprendo ante la idea de que estoy buscando formas de evadirme y me siento molesta ante la idea de tener que considerar la vida como una enorme evasión. Sin saber porque me siento desagradablemente ansiosa. Decido salir. Le llamo a mi madre para pedirle el teléfono de mi hermana.

 

“¿Qué pasó, cómo estás?” Me dice al contestar. “Más o menos” Le digo. “¿Ya tienes trabajo?”, Pregunta. “No todavía, no”. “¿Algo en puerta?” Pregunta. “No nada en puerta, está muy difícil”. Le digo.  “Tú estás muy preparado” Me dice y agrega, “Cuando yo era joven no estaba tan preparada y…” La interrumpo.  “Eran otros tiempos, madre, ahora hay mucha gente preparada que no tiene trabajo”...

 

Le pido el teléfono de mi hermana. Me lo da. “¿Cuándo vienes?” Pregunta. “No lo sé, yo te aviso”. Le digo “Entonces, llamas. Te quiero mucho”. Me dice. Yo cuelgo y suspiro con ironía… Compro una tarjeta y le llamo a mi hermana.

 

Se pone muy contenta, su voz irradia alegría y la mía también, me cuenta de sus pesares con los galanes, “Estoy sola “Me dice. “¡Todos huyen asustados!” Deberías escribir un libro” Le digo y reímos. En breves palabras le explicó mi situación y le pregunto si dado el caso, podría recibirme. Duda por un momento para enseguida asegurarme. “Sí, comeremos frijolitos, pero comida, techo y amor no te van a faltar.” Siento que el pecho se me parte, y quiero llorar, pero estoy en la calle, me aguanto.

 

“Tengo mi renta pagada hasta el doce del próximo mes, me gustaría mucho verlos y estar con ustedes, esa parte me gusta mucho, pero si me voy tengo que deshacerme de todo lo que tengo, son las cosas que dejo atrás lo que no me gusta”...  Quedamos de acuerdo, si no encuentro otra solución esa puerta está abierta. Cuelgo y nuevamente lucho con mis lágrimas.

 

Me dirijo al Internet. Envió la crónica del día anterior. No hay cambios en todo lo demás.  Regreso a casa. Decido evadirme jugando Age of empires. Perfecta oportunidad para practicar mi expresión masculina. Con un poco de sentimientos encontrados me desnudo, despojándome de mi vestido. Miro mi “cuerpecita” desnuda al espejo por un momento, suspiro. Me visto con la ropa interior que compré ayer. La primera vez en nuevo años que me pongo ropa interior de hombre.

 

La camiseta revela claramente mis pechos femeninos, en su momento tendré que vendármelos. Me pongo el pantalón y sonrió regocijada y divertida ante espejo, ¡mi imagen es sumamente femenina! Aún con esa ropa masculina e incluso diría que la imagen me resulta atrayente. Supongo que Toño me encontraría muy atractiva o atractivo dado el caso. Me pongo una camisa sport, con estampados de símbolos mágicos, la única que conservo de Alejandro. Complemento con un chaleco. Cambio mi peinado.

 

Parte de los viejos “Alter” se asoman tímidamente, pero encontrar la voz apropiada no me es sencillo, batallo con ello un rato, inclusive, fluir en masculino no me resulta sencillo. ¡Me veo demasiado femenina! ¿Serán las hormonas? O ¿Simplemente falta de práctica? Me cuesta trabajo, pero empiezo a fluir. Parece que en la mañana, los alters masculinos estaban ansiosos por salir, pero después de la llamada a mi hermana, se los he hecho bastante complicado. Creo que ahora sé porque el “encabronamiento” va a ser necesario para que Cosmo pueda quedarse. Me he vuelto demasiado femenina en estos años, y deseo serlo aún más.

 

Como quiera que sea, trato de fluir en masculino mientras juego. “Era de los imperios”, es en verdad adictivo. Cuando miro el reloj van a dar las diez. Me apuro a cambiarme para salir a la calle y comprar algo de cenar. Cuando me pongo mi vestido de nuevo, siento una gran felicidad que me embarga, disfruto cada uno de mis delicados movimientos y mi querida voz femenina, que incluso suavizo aún más. ¡Me siento tan bien de ser mujer! Me sorprende como el contraste me hace disfrutarlo aún más. ¡No, no me quiero ir!, y me siento triste, no sé qué hacer.

 

Todas mis decisiones están encaminadas a la evacuación, a la retirada estratégica. He dejado de ser propositiva, pero creo que ya he intentado todo lo que estaba a mi alcance. No sé qué más hacer… Sólo con un milagro podría quedarme, pero no confío mucho en que llegue uno… Por el momento estoy esperando que las circunstancias decidan por mí, los rumbos de acción ya están delineados…

 

Continuará

 

En el tiempo en que estuve en el Imesex y aún después y antes de que dejara el activismo seguí colaborando dando pláticas y cursos para distintas instancias y ong’s.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Feminización Forzada, Emperatriz Sissi y Petticoat Discipline

DIVAGACIONES SOBRE LA FEMINIZACIÓN FORZADA.

Los inicios de mi feminización forzada