¿Trabajadora que estudia o estudiante que trabaja?...

 

Por Alejandra Zúñiga Reyes

En casa siempre hubo libros…

No es que mi padre fuera profesionista o leyera mucho. Leía algunos libros, pero no todos los que llevaba a casa. Es encuadernador de oficio. Por muchos años, fue el encuadernador maestro, encargado del personal y de la encuadernación fina en piel, de un gran taller. Podía llevarse a casa libros que tenían algún defecto o eran sobrantes de reposición, así que en casa siempre hubo libros.

Así es que aún antes de que aprendiera a leer, me gustaba hojear, grandes libros con ilustraciones e imaginar o adivinar, lo que pasaba en cada imagen. Mi padre no quiso enseñarnos su oficio, le parecía poca cosa. Quería que sus hijos e hija tuvieran las oportunidades y estudios que él no había tenido.

Se quedó con secundaria trunca que cursó en escuela nocturna y siempre se quejó de que no había tenido nadie que lo apoyara. Quedo huérfano de padre a los cuatro y de madre a los ocho años. Había hermanos mayores pero ya casados y enfocados en sus propias vidas. Así que, hasta dónde sé, en la medida de sus posibilidades mi padre tuvo que trabajar desde joven y se abrirse camino como pudo.

Mi madre decía que con dificultades ella había terminado la primaria y eso “encomendándose a toda la corte celestial”. Aprendió corte y confección con una vecina que daba clases en el patio de su casa. Durante mucho tiempo se dedicó a coser ropa ajena. Recuerdo que yo la veía sentada a la máquina de coser por largas horas. Y siempre fue buena para vender, compraba telas, ropa, joyería de fantasía y con los años, cuando ya las largas horas que pasó ante la máquina de coser afectaron su salud, emprendió con las ventas por catálogo.

Ella también quería que estudiáramos. Nos decía, estudia, para que no tengas que trabajar, y matarte, como tu pobre padre. Estudia y pasa aunque sea con seis, (que era la mínima calificación aprobatoria), pero pasa tus exámenes. Dale ese gusto a tu padre.

Diría que mi desempeño escolar fue promedio. Con sus altas y bajas. En cuanto fue posible, entré con gusto a la escuela. Siempre estudié en escuelas públicas. Cursé solo un año de kínder, en vez de los tres que eran costumbre, por problemas de salud. Mis promedios para la primaria, la secundaria y la vocacional fueron 8.4, 8.2 y 7.8 respectivamente, parece que tuve una ligera tendencia a la baja.

En secundaria lleve el taller de ajuste mecánico, y en vocacional la especialidad de Dibujo técnico industrial y participé en el programa de empresarios juveniles de DESEM, Desarrollo empresarial mexicano, donde en la empresa estudiantil que creamos y operamos desempeñé el puesto de gerente de publicidad y promoción.

Al terminar la vocacional me encontré en un pequeño dilema. Mis dos intereses profesionales iban en aparentes sentidos opuestos. Por un lado, la idea de estudiar ingeniería en electrónica fue lo que llevo a estudiar una formación en físico-matemáticas en una escuela vocacional del IPN, Instituto Politécnico Nacional. Por el otro, me había surgido un interés por estudiar psicología. Como en teoría, tenía pase directo para entrar a la ESIME, Escuela superior de ingeniería mecánica y eléctrica. Probé primero esa opción.

¡Fue un desastre! Y mi primera gran crisis de vida. Por ahora, solo mencionaré, que las cuatro horas de camino que hacía ida y vuelta, mis clases de 7:00 a 13:00 hrs., a las que impulsivamente sumé dos horas de inglés, un taller teatro, y otro de cuento, casi no me dejaban tiempo para dormir, ni hacer nada más, estaba agotada.

Y otro tema, que comentaré en otra ocasión, me llevó por primera a consulta psicológica aprovechando que había ese servicio en la escuela. Y eso, ¡lo empeoró todo!… No pude más, con tristeza hablé con mi padre, y después del primer mes de clases me di de baja temporal por un año, para tomarme un descanso.

Durante ese año, seguí acudiendo con otro terapeuta, pues en opinión de la psicóloga de la escuela que me había atendido. Era importante que me atendiera un terapeuta hombre. Como su consultorio me quedaba también a dos horas de camino, lo dejé en poco tiempo.

Pude continuar, de forma externa con mi taller de cuento, que se trasladó al Museo Carrillo Gil. Con lo que aprendí ahí, habré escrito una obra de teatro y unos cuatro cuentos. El último tuvo tal crítica negativa que me hizo desistir de volver a escribir ficción por muchos años.

También durante ese año de baja, tomé clases de inglés por la noche, aprendí a nadar. Y por mi cuenta, me puse a estudiar matemáticas, física y química, a las que no me había aplicado lo suficiente en mis formaciones previas.

Al siguiente año regresé a la ESIME, cursé los dos primeros semestres. Pasé el primero y reprobé el segundo. En lugar de entrar al tercero, quise recursar el segundo, y para para poder hacerlo, tuve que esperar hasta el siguiente ciclo y dejar pasar otro semestre.

Regresé entonces para volver a cursar el segundo semestre, fue mi último intento. Y comprendí, que la Ingeniería electrónica no sería para mí. Abandoné definitivamente la escuela de ingeniera. ¡Había fallado! Hablé de nuevo con mi padre y le hablé de mis intenciones de estudiar psicología.

Durante el siguiente año, me dedique a revalidar materias para pasar de un área de físico matemáticas; a una de ciencias, biológicas, químicas y de la salud. Y poder presentar mi examen de ingreso a la UNAM, Universidad Nacional, Autónoma de México. En ese tiempo todavía, no había psicología en el IPN. Fue así como conseguí ingresar en 1989 a la Facultad de psicología.

Como entonces tuve que combinar el estudio con el trabajo. Pase por varios empleos durante el tiempo que estuve estudiando. La lista incluye:

1985             Clases de regularización de unos vecinitos.

1986-1987   Dibujante de Planos Ingeniería Eléctrica Especializada

1988             Puesto de obrero en fábrica de plásticos

1988             Comercial Mexicana, Tienda departamental, departamento paquetería.

1988             Colegio Superior de Ciencias Básicas. Docente secundaria y preparatoria

1988             Pequeño negocio de revelado. Venta de material fotográfico,

1989             Escuela Superior de Sistemas. Docente preparatoria abierta

1989             Instituto Mundo. Docente secundaria abierta

1990             Colegio Tierra y Libertad. Interinado docente ciencias sociales, 1º, 2º y 3º

1990             Dibujante de planos. Un despacho arquitectónico.

1990             Pizza Hut. Asistente de cocina y limpieza.

1990- 1991  Secundaria-Preparatoria Adolfo López Mateos. Docente en sistema abierto.

1991             Venta de computadora PS1 IBM. Pequeño negocio.

1991             Sanborns. Tienda-restaurante. Cajero-vendedor área de magazines.

1991-1992   Padrón electoral. Visitador domiciliario

1992             Dominos Pizza. Telefonista

1992             Sistemas Intensivos. Mi intento como docente particular de sistema abierto.

1992             Mercería del Refugio. Mercería y juguetería. Ayudante general

1992             Multipack, mensajería. Colector Bancario

1993-1994   SIAS, Sistemas Integrales en Administración de Sistemas. Mensajero

1994-1995   Conamat, Colegio Nacional de Matemáticas. Docente preparatoria abierta

1996            Instituto Roosevelt. Docente secundaría abierta.

Solo abarco aquí hasta 1996, ese fue un año de inflexión muy importante. Del que comentaré en otro momento.

Sé que veintitrés trabajos en once años, no se escucha muy bien, y se lee peor en un curriculum. Podría dar la impresión de que laboralmente era inestable. Pero como comenté en otra ocasión, mis estudios siempre tuvieron prioridad por lo que más que ser una trabajadora que estudiaba, siempre me consideré una estudiante que trabajaba.

Así es que más tarde conforme continuaba con mis estudios, y aspiré a otros trabajos de mayor nivel, tuve que desaparecer una parte de este historial laboral. Y de ser posible, olvidarlo de mi vida.

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