Aguascalientes. Y la casa de Aida.



 

Por Alejandra Zúñiga R.

Cuando me convencí de ir a Aguascalientes, sabía que tampoco sería fácil hacerme de un trabajo. Así que prácticamente iba resignada a ser ama de casa y quizás ayudarle a mis sobrinos con sus tareas escolares. Pero resultó, que mi sobrino el mayor, ya era casi un adulto. Él, de los ocho años a los quince, había vivido con su padre, y tendría un par de años viviendo con su mamá. Algunos días después de mi llegada, tuvieron una fuerte discusión mi hermana y mi sobrino, y éste último decidió regresar a la Ciudad de México.

 

Mi sobrino el menor, ya estaba en secundaría, y aunque iba un poco mal en matemáticas, en realidad no necesitaba mucha ayuda. Mi hermana, quería hacerme sentir bien, y no me dejó hacer quehacer en casa, pues decía que no quería que me sintiera como si fuera sirvienta.

 

Me aboque entonces a la búsqueda de trabajo. Fue desolador, aunque fue interesante, ser ahora discriminada por ser chilanga, oriunda de la ciudad de México, y no por ser transgénero. Yo había llevado un poco de dinero, pero cuando se me empezó a terminar, comencé a angustiarme. Esa es una de las cosas que con frecuencia hacen que me ponga mal. Fue interesante también convivir y conocer un poco más a mi hermana. Aunque en aquella etapa, ella estaba muy estresada.

 

Al mes de estar en Aguascalientes, se me terminó el dinero, yo no veía que fuera a haber mucho cambio por allá. Busqué trabajo, en varios lugares, escuelitas, restaurantes de comida rápida y ofrecí mis servicios como psicóloga y como tarotista. Nada.

 

Como todavía en la marcha LGBT, me había encontrado con una vieja amiga, que también había estado en Eon, y me había ofrecido su casa. Decidí tomarle la palabra. Me puse en contacto con ella, y regresé a la ciudad de México.

 

O casi, la Ciudad de México, en realidad Aida, vivía en el área metropolitana, en el Estado de México, En Tlalnepantla para ser precisas. Aída, era unos diez años mayor que yo, en sus tiempos como varón, también había sido algo megalomaniaco y había sido militante en el Partido Socialista de México.  También había dado clases de preparatoria abierta. Se había casado, y divorciado.

 

En parte, cuando supo que como varón era estéril, eso fue un golpe demoledor que acabó con su megalomanía y con su matrimonio.  Después de que Eon terminó su ciclo de operaciones. Aida había conseguido que por parte del Seguro Social, le practicaran una orquideoctomía. Lo cual le había traído algunas consecuencias para su salud, como el desarrollo de varices y algunos problemas circulatorios.

 

Al tiempo en que me fui a vivir con ella, se dedicaba al Diseño gráfico y trabajaba para una fábrica donde se maquilaba ropa deportiva y disfraces. Ya no usaba vestidos como cuando iba a Eon, por el problema de las varices, pero usaba pantalones de mujer y mantenía una imagen algo andrógina, pues en su trabajo la seguían tratando como hombre. Quizás un hombre amanerado o femenino, pero hombre al fin. Tampoco era amanerada.

 

Con los modestos ingresos que ganaba en su trabajo, Aida pagaba la renta de un pequeño estudio, un cuarto grande, con cocina y baño independiente. Ese fue el espacio al que me invitó.

 

Su plan, me había comentado es que apretando el presupuesto de lo que ganaba podríamos mantenernos las dos. Quería que yo aprendiera dibujo y eventualmente a manejar los programas de diseño y dibujo que nos permitirían hacer una labor semejante a la que ella hacía.

 

Por entonces, ella estaba aprendiendo a hacer animación en 3-D y se sentía optimista al respecto. Me comentaba que si yo salía a buscar trabajo, como era mi intención, no nos iba a alcanzar el dinero, pues los costos aumentarían. Yo les expuse mis puntos de vista y lo importante que era para mí, conseguir un trabajo y eventualmente sostenerme con mis propios medios. Llegamos a un punto medio. Mis búsquedas de trabajo, no requerían muchos gastos. Básicamente revisaba varias bolsas de trabajo en internet, los días lunes.

 

Y casi no salía. Mientras Aida estaba en el trabajo, yo leía y aprendía de una enciclopedia en fascículos que tenía ella sobre dibujo y pintura. Y practicaba algo de dibujo. En la vocacional había aprendido dibujo técnico, lo que sabía de dibujo artístico y de figura humana lo había aprendido por mi cuenta, creo que tengo posibilidades para ello, pero siempre me ha faltado aplicarme y practicar más.

 

Aida me había dado un libro para que aprendiera Corel, un programa de dibujo, pero el libro era de Corel ocho, y el que Aida tenía instalado en su máquina, ya era como Corel 12… No avancé mucho en mi aprendizaje del Corel. También en su librero, fue donde me encontré el libro de Reiki Esencial de Diane Stein, que en algún momento leería con mucho interés.

Aida tomaba aspirinas regularmente con la intención de adelgazar su sangre y disminuir el problema de sus varices. También se daba Reiki, basándose en el libro, aunque no había pasado por ninguna armonización que yo sepa.

 

Teníamos distintos puntos de vista en algunas cosas, y tuvimos algunas charlas muy amenas. Aida por ejemplo, se preocupó por que yo no tuviera una cama y durmiera sobre el piso en mi sleeping bag. Por lo que me compró una colchoneta, yo lo agradecí, aunque para mí eso no era importante, ni una prioridad, para mí era más importante mi computadora que tener una cama donde dormir.

 

A veces bromeábamos sobre la forma de hacer fortuna. Yo no me sentía tan optimista como ella respecto a sus planes sobre el dibujo, pero tampoco le debatía mucho el punto. Una de las cosas que había aprendido yo en la vida, es que si no das algo, tampoco lo quites, yo no tenía mucha esperanza sobre sus planes, pero tampoco la quería desanimar.

 

Una de mis bromas, le decía yo, es que si Walt Disney, creo todo un imperio haciendo dibujitos en la cochera de su casa, lo primero que necesitábamos entonces, para crear un imperio financiero, era… ¡tener una cochera! Y ella me decía, pero hay que pensar en grande, entonces ¡que sea un hangar! Sí le decía yo, para no conformarnos con migajas o vivir al día…

 

Aida, podía ser radical y temperamental en algunos puntos. Aún seguía defendiendo a la ideología comunista, aunque paradójicamente, era creyente en dios y me parece que hasta algo católica. También había sido discriminada por su familia.

 

En los meses que estuve viviendo en su casa, probé suerte para entrar a una empresa de traducciones. Les gustó la prueba que hice, el inglés lo leo al 95%, aunque aún no puedo hablarlo, ni lo entiendo hablado. Pero el salario que podían ofrecerme era bajo de apenas $3,000, yo lo quería, eso me hubiera permitido hacer maravillas, pero no me lo dieron por que tenía una licenciatura y una maestría, estaba sobrecalificada.

 

En algún momento, tuve que mudar mis pertenencias que estaban almacenadas en casa de la amiga que me las había guardado. Y Aida junto con una amistad, me ayudo a mudarlas a la casa familiar.

 

Con ayuda, de una amistad, me conseguí un trabajo como secretaria, algo que entonces, nunca había hecho en mi vida. En el Imesex, había atendido llamadas, actualizado directorios y mandado faxes, pero nada propiamente como secretaria.

 

Fue en una compañía de fumigaciones, en el vecino municipio de Naucalpan. Tenía que hacer como hora y media de camino. Era una pequeña oficina, algo descuidada pues los contactos con los clientes se hacían vía telefónica. Así es que no teníamos visitas ni trato personal con el cliente.

 

Mi jefe, se reportaba por teléfono y casi no estaba, pues a los empleados que hacían la fumigación, lo mismo que a los clientes, él los veía en otro lado. Era algo solitario, pero en lo que cabe, me las estaba arreglando bastante bien. El problema surgió, cuando atendiendo una de las numerosas quejas de uno los clientes, que reclamaba que no le habían hecho un servicio. Para tranquilizarlo, pensando que sólo había sido un descuido u omisión. Le aseguré que pronto le harían el servicio, y comprometí mi nombre, (lo que para mí era equivalente a comprometer mi palabra y mi honor).

 

Tanto mi jefe, como los empleados, tomaban a veces decisiones operativas en campo, sobre que servicios priorizar y a veces, no les daba tiempo de cubrir todo. Sobra, decir, que el servicio al que yo me había comprometido, no fue cubierto, en los tiempos que yo había ofrecido y a la que reclamaron fue a mí. A partir de ahí todo se vino para abajo y me sentí muy mal.

 

Poco después mi jefe me pidió asistencia, en unas licitaciones. Aprendí un poco de prácticas sucias en tales menesteres. La idea, era que nuestra empresa se ponía de acuerdo con otras empresas, para que ofrecieran presupuestos más altos, que el nuestro, de esa manera, el concurso de licitación no podía considerarse desierto, y nuestro presupuesto sería el más bajo. Me tocó hacer una visita a una de esas instituciones de licitación en calidad de representante de una de esas empresas de la “competencia”. Y eso me había hecho sentir aún peor.

 

Muchos años atrás un amigo, me había bromeado con aquello de “el que no tranza no avanza”. Y era algo a lo que me resistía a creer y a participar. Lo platique con Aida y le comenté lo mal que me sentía, le comenté que deseaba dejar ese trabajo. Ella me dijo que tomará mi decisión, que no tenía inconveniente, por ello.

 

En ese tiempo, también empecé a tomar terapia, con Amparo, una terapeuta, que conocí el día, que me retiré del activismo, y que muy linda me había ofrecido sus servicios. Yo era todavía muy orgullosa por entonces, y necesitaba terapia, pero no podía pagarla y no quería aceptarla si no la pagaba.

 

Ese fue uno de los temas, que trabajé en terapia con ella, y aprendí a doblegar mi orgullo y a recibir. No pagué nada por la terapia, que incluso incluyo Flores de Bach. Que me hicieron bastante bien.

 

Entregué algunos curriculums en ese tiempo, pero no hubo nada. Había momentos en los que yo me sentía muy pesimista respecto al futuro. Y por más que Aida trataba de animarme, yo no compartía ni sus planes, ni sus ideales. Un día, discutimos sobre el trabajo manual, ella hablaba de la satisfacción que producía el trabajo manual, y yo le decía que para mí, en lo personal, no había ninguna satisfacción en ello. Eso la sacó de quicio, y me pidió que me fuera de su casa.

 

Era casi noviembre, y encontrar trabajo, ya no se diga un lugar donde vivir, se pone mucho más difícil a finales de año. Yo me puse muy triste, a revisar mi agenda, a ver a donde podía correr.

 

Recordé a una chica que había conocido en Blush, una casa de transformación a donde también había ido a ofrecer mis servicios, de hecho me habían contratado para darle terapia a esa persona, pero no tuvimos mucho avance, pues ella había accedido a la terapia por darle gusto a su novio, pero no era su necesidad.

 

Así que de nuevo, triste y haciendo a un lado mi orgullo. Fui a ver a esta chica, una chica trans, joven, que vivía en su propio departamento. Y se dedicaba al trabajo sexual. Le platiqué mi situación y haciendo eco de algo que ella me comentara en otro momento, le dije que no tenía donde vivir y que si me permitía vivir en su casa, yo le ayudaría con el quehacer de su casa.

 

Linda accedió a tenerme en su casa y de esa manera. A finales de ese año. Hice mi maleta de nuevo, le di las gracias a Aida y me despedí, para irme a vivir a casa de Linda. Y a otra etapa de mi vida.

Continuará. 

Tomado de: “Bio contada a Cindy”.  (Fragmento)

 

He hecho algunos pequeños avances en el aprendizaje del Corel, pero aun voy lenta. De Aida, me hubiera gustado colocar alguna foto suya en esta entrada, pero se la debo, mis fotos están en la casa familiar en la Ciudad de México y tiene más de dos años, que no me paro por allá. Será para otra ocasión. Supe que Aida murió hace algunos años, mas desconozco las circunstancias. :-(

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