EL TAROT, ENTRE EL CONSULTANTE Y EL LECTOR



Uno de los trabajos temporales que tuve alguna vez, fue el de escribir libros por encargo para una editorial. Escribí algunos libros de astrología y otros sobre sexualidad. El anuncio que me llevo a ello, solicitaba "Escritora de temas esotéricos". El siguiente escrito fue el que escribí y presente junto con mi solicitud. Me parece que es un artículo interesante y no tienes que saber leer el Tarot para entenderlo. 

Por Mtra. Alejandra Zúñiga R

Ser un lector o lectora de tarot, no consiste únicamente en hacer una interpretación adecuada de los distintos significados que puede tener cada carta. El lector o lectora se convierte en consejero para su o sus consultantes. Usualmente tendemos a ver a quien lee el tarot u utiliza algún otro sistema, como personas investidas de sabiduría, de amplios conocimientos esotéricos, de una calidad moral superior. Esto no siempre es así.


En ocasiones se habla de gente que nace con el “don”, en virtud del cual puede utilizar el tarot u otros sistemas esotéricos. Es cierto en parte, algunas personas nacen con facultades que les permiten desarrollar la utilización de estos sistemas de forma más rápida o, muy profunda, pero también cuentan otras cualidades que las personas tienen, como son su experiencia de vida, su conocimiento de sí mismas y de la naturaleza humana, sus conocimientos metafísicos y sus actitudes ante la vida. Pues todo esto influye en una lectura determinada.

¿Pero entonces, quien da el consejo, las cartas o el lector o lectora?
Acudimos al tarot porque suponemos que nos pone en contacto con una sabiduría más profunda que la que poseemos como simples mortales, pero no es prudente olvidar que como lectores o lectoras, somos en primer término seres humanos con todo lo que ello implica.

Como lectora, soy una intérprete o traductora de lo que los símbolos presentes en las cartas me dicen. Después transmito ese mensaje a mi consultante, pero, si bien el mensaje viene de las cartas, la interpretación que yo haga depende de mi persona, de mi sensibilidad y de mis conocimientos. Entre más amplios sean estos, las cartas me hablaran de formas más extensas y profundas e incluso podrán enseñarme cosas que desconocía.


Sin embargo, este “equipo” formado por el lector o lectora y sus cartas, la mayoría de las veces cumple su propósito. Pues no es fortuito, que como consultantes en busca de un consejo, para una situación determinada, lleguemos justamente con el lector o lectora que es él o la “indicada” para darnos el mensaje adecuado. Si es él o ella, a quien acudimos, es por algo.

En ocasiones, tenemos la mala experiencia de caer con un lector o lectora, cuya interpretación no nos dice nada, “no nos convence” decimos y en el mejor de los casos buscaremos algún otro u otra que nos pueda aconsejar, en el peor, tal vez tardemos en darnos cuenta y es posible que caigamos en algún tipo de engaño.

He conocido lectores y lectoras poco escrupulosas que no dudan en decir al consultante lo que quiere oír, aunque no sea lo que están viendo en sus cartas, con tal de conseguir consultas frecuentes; o que se aprovechan de tal situación y abusan de la buena voluntad y desconocimiento del consultante para manipular su miedo, sus inquietudes, sus inseguridades y partir de ellos “vender” una serie de remedios que aseguran solucionaran todo problema, con la garantía de que si no resulta, siempre pueden intentar algo nuevo, claro, por un nuevo pago.


Si tenemos o hemos tenido la mala fortuna de vernos en esa situación como consultantes, sería conveniente que nos preguntásemos que tan honestos u honestas estamos siendo en nuestras vidas, que la vida nos “paga” con una situación como está.


Pero para este momento es posible que algún o alguna consultante que me lea, este realmente preocupado o preocupada. ¿Cómo puedo saber, si estoy ante un lector o lectora que no me va “chorear”, ni a envolver en cantos de sirena para endulzarme el oído? Esta inquietud tal vez nos haga tomar una actitud extremadamente defensiva que complicará una lectura honesta.


Cuando yo empezaba a aprender el tarot, sentía que era mi obligación probarme primero ante el consultante, e incluso me sentía con la obligación de impresionarle hablándole sobre la situación que lo habría traído ante mí, sin que tuvieran que mencionarla. Después aprendí que soy lectora de tarot, no adivina, y en mi caso, no cuento con el don de la videncia, así que no tengo la necesidad de convencer a nadie.

 Si me encuentro con algún consultante que pretende probarme de esa manera, puedo tirar algunas cartas para preguntarlo a mi tarot o simplemente tomar o no la decisión, de hacer lectura a tal persona. Creo que una lectura de tarot merece honestidad de ambas partes. ¿Pero entonces como consultante como puedo saber si puedo o no confiar en lo que el tarot vía el lectora o lectora me están diciendo? Antes que nada he de recordar que lo que esa lectura me diga es sólo la tendencia que los acontecimientos toman, es decir, hacía donde van las cosas, dependiendo de lo que hecho y de lo que puedo hacer.

El tarot no nos habla de un destino inmutable, por el contrario nos habla de las posibilidades para que podamos ejercer nuestro libre albedrío. Es conveniente, pues, que meditemos con calma sobre las palabras que el lector o lectora nos aportan de la sabiduría del tarot, si algo no nos queda claro, podemos preguntar.

Es cierto, a veces el tarot no puede darnos datos precisos, pero si hacemos las preguntas convenientes puede darnos indicios que nos orienten en el camino adecuado. De esa forma podemos entablar un dialogo con nuestro lector o lectora que nos permitirá darnos cuenta que tan útil nos está resultando la lectura.


Al principio de mi aprendizaje creía que con interpretar adecuadamente lo que veía en las cartas, con ser honesta y decir la verdad, cumplía mi tarea como lectora. Después aprendí que eso no era suficiente, en ocasiones los mensajes que dan las cartas a una persona determinada pueden ser un tanto funestos, es cierto, tal vez la persona sólo este cosechando lo que sembró, pero aun así, como lectora, trató de acompañar sus esperanzas para que pueda atravesar tal situación, le hago ver cómo fue que se metió ahí y cuáles son las opciones o caminos que se le presentan, la decisión final será suya.

Me gusta hacer reflexionar a mis consultantes de esa forma la lectura los incluye también. A veces mis cartas me dicen sólo lo que la persona puede saber, pero en otras ocasiones me muestran un gran panorama y me dejan a mí la elección de decírselo o no.

Ahí es donde entra mi responsabilidad como lectora o lector, es como preguntarme un poco, ¿Le servirá a esta persona que le diga esto?, ¿Cómo he de decírselo?, ¿Qué puedo decirle que le ayude a tomar sus decisiones? Cuando termino la lectura, después de que la persona se ha ido, a veces me pregunto. ¿Soy suficientemente sabia para hacer esto? Estoy consciente de que soy humana, mi sabiduría por tanto es limitada a mi experiencia y conocimientos.

Pero sé que si tal o cual consultante llegó conmigo, fue por algo, y si soy sincera, entonces me doy cuenta que, al menos en ese momento, lo poco que sé, es lo adecuado para esa persona.


La vida personal de un lector o lectora no es siempre maravillosa, de hecho, en la mayoría de los casos que conozco, no lo es, tal vez sea esa una de las razones por la que buscamos el apoyo y la sabiduría que brinda el tarot y con ello la oportunidad de servir, de ser intermediarias de esas fuerzas de iluminación y vida. Nos ayuda a aprender de nuestras experiencias dolorosas y de nuestros errores.

Al ayudar nos ayudamos y al ayudar a otros y otras a encontrar su camino encontramos el nuestro.


Cuando empezaba a aprender el tarot, me leía a mí misma para practicar, cuando adquirí más destreza, constante lo que muchos lectores y lectoras me habían dicho, es muy difícil, leerse una misma, sino es que imposible, cuando requiero alguna consulta, acudo con una excelente lectora, amiga mía.

El tarot ya no me permite que yo misma pregunte sobre mí, pero aun así en cada lectura que hago me enseña algo sobre mi persona. Esa es la forma en la que el tarot nos ayuda como camino filosófico. Pero hay escollos en ese sendero. He sabido de lectores y lectoras que al paso de los años terminan amargados, sobrellevando su existencia, continúan haciendo su labor, pero se vuelve algo mecánico, frío, impersonal.

 Una forma de vida que permite el sustento, pero que no alienta el espíritu y en consecuencia no pueden nutrir la esperanza de sus consultantes. Ese es uno de los riesgos que se corren al tomar el tarot o algún otro sistema desde el ser lector o lectora, desde el ser consultante, siempre existe el riesgo de una dependencia excesiva.

Conviene aquí recordar la sentencia astrológica. “Los astros influyen, pero no determinan”. Otro tanto podemos decir del tarot. Una lectura puede influir en nuestras vidas, pero el que la determine depende de nosotras y nosotros, sea cual sea el lado de las cartas en que nos encontremos. 


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