OTRAS FORMAS DE AMAR
Por: Psic.y Sex. Alejandra Zúñiga
Me pidieron en esta ocasión que hablara de
poliamor. El poliamor a grandes rasgos es una práctica de amar a más de una
persona al mismo tiempo con integridad y honestidad. Pero me parece muy
importante antes de entrar en tema hacer una revisión sobre las ideas que tenemos
actualmente sobre la pareja y el amor.
Veamos. Tenemos algo idealizado el amor,
suponemos que en algún momento, en algún lugar, a primera vista, encontraremos
el gran amor de nuestra vida, el amor verdadero y que durará hasta el fin de
nuestros días. Tendemos a suponer además que el amor solo puede ser hetero, es
decir una pareja formada por un hombre y una mujer.
Un modelo de sexualidad, digamos tradicional
nos dicta que tenemos que casarnos con esa persona, y permanecer con ella hasta
que la muerte nos separe, como reza la conocida frase. Suponemos o asumimos,
que ese amor nos tiene que durar toda la vida. Además, damos por supuesto que
los seres humanos somos monógamos, es decir, que si encontramos ese gran amor,
ese amor verdadero, no requeriremos ningún otro.
¿De dónde vienen estás ideas? Comencemos con
el amor a primera vista, Me parece que parte de nuestras ideas sobre el amor a
primera vista parten del famoso caso de Romeo y Julieta. Me parece que todos y
todas estamos más o menos familiarizados y familiarizadas con la historia de
este celebre amor, presentado en la obra de Shakespeare.
Aunque esta historia nos es presentada como
una tragedia, pues esta pareja muere al final por causa de los odios
familiares. La tenemos presente como una de las historias románticas por
excelencia que nos sugiere que el amor triunfa a pesar de todos los obstáculos,
aunque a veces cueste la vida.
De alguna manera plantea la idea de la media
naranja que comentaré más adelante, aunado a la idea del amor a primera vista.
Dos personas que sin conocerse quedan perdidamente enamoradas el uno de la
otra.
Un detalle que con frecuencia, olvidados de
esta historia es que al inicio de la misma. Romeo, el joven Romeo, (como un
joven adolescente) está perdidamente enamorado y convencido de que ha
encontrado el verdadero amor, y sufre desconsolado, por que no es
correspondido. Su primo, Benvolio le sugiere que la olvide fijándose en otras
chicas. A lo cual, Romeo se rehúsa, pues se considera incapaz de olvidar “tal belleza sin comparación”.
Lo que perdemos de vista es que su “amada” en
ese momento es Rosalia, no Julieta. Romeo le hará caso finalmente al Primo e
irán a una fiesta, que es donde conoce a Julieta y en cuanto la ve, queda
perdidamente enamorado de Julieta y... ¿Qué pasó con Rosalia? De ella, ya no se
acuerda ¿Tan fácil se le olvido?... Parece que sí.
Con todo, la historia es bella, y muy
romántica, no cabe duda, pero ya no podemos creérnosla tal cual. Digamos que el
amor a primera vista existe, pero “no se da en maceta”, es decir, no ocurre con
mucha frecuencia.
El amor, puede ser muy grande, pero tampoco
vence todos los obstáculos y en ocasiones los obstáculos son tan grandes, que
cuando lo pensamos un poquito, decimos “esto no me conviene”. Porque una cosa
es amar a alguien como posible pareja y otra muy diferente compartir,
efectivamente, la vida con esa persona como pareja, construir un hogar y una
familia a partir de ello.
Un “primer amor” tendrá siempre su encanto por
ser el primero, pero eso no significa que el segundo, el tercero u otro amor,
no tenga también un encanto especial, diferente, porque será otra persona, pero
eso no lo hace menos valioso.
Me parece que hoy en día un amor como el de Romeo
y Julieta, esta fuera de contexto, hay muchas más cosas en la vida. No me
parece que valga la pena morir por amor, ni siquiera vivir padeciéndolo.
Otra idea que prevalece en nuestro ideal de pareja
es la de la media naranja. Solemos emplear la expresión cuando decimos que
estamos buscando pareja. Es una frase que se basa en una analogía o
comparación.
Buscar la media naranja supone que cada
persona es como la mitad de una naranja y que para que esa naranja pueda estar
completa, es necesaria encontrar la otra mitad, que originalmente estaba ahí.
Suponemos que en algún momento hubo una naranja completa que partimos en dos y
que una mitad se perdió, por lo que es importante encontrarla, pues de otra
manera no estamos completos o completas.
Aquí hay dos ideas, primero, que no somos
personas completas si no tenemos pareja. Esto no es cierto. Somos personas
completas que podemos decidir o no compartir nuestra vida con otra persona. A
la mejor, conservando la comparación pensaríamos que tenemos dos naranjas
completas en una pareja, en vez de dos mitades.
La otra idea, es que, existe una y solamente
una mitad, o persona que encajaría perfectamente con la mitad que somos. Esto
es como si pensáramos que existe un solo amor, verdadero que podríamos tener en
nuestra vida. Podría haber otros amores, pero ese sería el más intenso, el más
auténtico, esto tampoco es cierto, y durante muchos años la gente creyó en él y
yo quiero creer que en algún tiempo el modelo funcionó. Hoy estamos en otros
tiempos.
La idea de pareja y de amor suponía, que en el
mejor de los casos tendríamos una pareja, que nos duraría toda nuestra vida. Y
que en el mejor de los casos, nos llevaríamos bien con esa pareja hasta nuestra
vejez.
Que a pesar las dificultades ocasionales, las
diferencias de opinión y los pleitos; el amor, seguiría estando presente “hasta
que la muerte nos separe”, como decía la fórmula en la ceremonia nupcial.
Esta fórmula, por cierto, surgió a partir del
siglo XIII, cuando las condiciones de vida eran mucho más duras, si las
comparamos con las actuales. Hoy en día, se espera que vivamos al menos 60
años.
En aquellos tiempos, la mayoría de las
personas morían antes de los 30 años, por lo que había que “vivir más pronto”,
tener el mayor número de hijos e hijas, porque además, muchos de ellos y ellas,
morían antes de ser adultos, y la forma de asegurar que hubiera suficientes
hijos e hijas para llegar a la edad adulta, era que el esposo se mantuviera al
lado de la esposa todo el tiempo posible.
Así que la fórmula, “hasta que la muerte los
separe” era equivalente a unos 15 o 20 años, como máximo. Hoy, con tasas de
vida promedio más altas, la fórmula se vuelve, suponiendo que nos casemos a los
23 años, de una duración de aproximadamente 40 años o más. Seguramente, antes era más común, encontrar
matrimonios muy largos, me parece que ya no es así.
Conozco pocas parejas que hayan cumplido lo
que ahora, parece esa proeza. Y a veces, no sé si felicitarles o compadecerles,
porque no siempre, esa convivencia en pareja es dichosa, “en las buenas y las
malas” decía también la fórmula, entiendo que la vida tiene “rachas” buenas y
malas, que unas, permites sobrellevar las otras, pero a veces, algunos
matrimonios parecen un martirio o prueba de resistencia. Y creo que esa no era
la idea.
A veces, los matrimonios se mantienen, aunque
dentro de ellos todo se vuelva tóxico, porque seguimos pensando que el
matrimonio es para toda nuestra vida y asumir que nuestro matrimonio no
funciona, es asumir que fracaso. Y asumir que nuestro matrimonio fracaso, es,
en muchos casos, asumir que nosotros y nosotras fracasamos y eso duele.
Y duele
más, cuando nos damos cuenta los años que invertimos en ello y que de repente,
nos parecen como un desperdicio. A veces, resulta más sano, reconocer que algo
que fue muy bueno, ha dejado de serlo y que a veces, es mejor cortar con algo
que nos hace daño.
Resulta curioso que hasta antes del siglo XIII
la fórmula original de las ceremonias nupciales, hablaba de “permanecer juntos
hasta que la muerte del amor los separe”. Entonces, como he comentado la gente
moría más pronto y era más común que el amor les durará o lo “estirarán” y lo
hicieran durar hasta la muerte.
Hoy ¿O vivimos más tiempo o el amor se nos
acaba más pronto? Hoy en día conozco más personas divorciadas o casadas por
segunda, tercera o más veces. Y muchas mujeres que son funcionalmente madres
solteras; que largos matrimonios de primera vez.
Hay matrimonios que son verdaderos tormentos
para quienes los forman y sus hijos e hijas. Los hombres y mujeres que los
forman piensan con buena intensión, que es mejor permanecer juntos y guardar
las apariencias en pro del bienestar de los hijos e hijas y también del “qué
dirán”.
Me parece que es propio, hacer todo lo posible
por salvar un matrimonio una, dos o las veces que se requiera, pero me parece
que también hay matrimonios que no tienen salvación ya. Hay veces, en que los
más sano y saludable para todos y todas, hubiera sido terminar un matrimonio
como esos lo más pronto posible.
Tal vez, todo esto suene demasiado pesimista a
algunas personas que se apegan al modelo más o menos conservador que he
mencionado. Y me temo, que lo es, es pesimista en la medida que tratamos de que
ese modelo siga siendo vigente, porque es de otros tiempos, y los tiempos actuales
ya han cambiado nuestras condiciones de vida y nos han cambiado como personas.
¿Y que hay sobre las ideas de
heterosexualidad? Demos un vistazo a nuestra herencia judeo cristiana. De ese pueblo
judío, cuyas venturas y desventuras encontramos descritas en el Antiguo
Testamento de nuestra Biblia. Cualquier persona que se diga cristiana o
católica tiene presente, como fue que, Yahveh o Jehová, el Dios Padre del
Antiguo Testamento eligió al Pueblo Judío como su favorito en tiempos antiguos.
En aquel entonces, ese pueblo judío era una
pequeña tribu nómada guerrera, iba de un lado a otro, como muchas otras en esa
época, en busca de pasturas para sus ganados. Esta tribu, tenía su propia
cultura y organización social, un tanto diferente a la de sus vecinos.
En esos tiempos los grandes imperios de aquel
entonces, tenían religiones con muchos dioses y diosas, como en el caso de
Egipto, Mesopotamia y Grecia. La tribu judía a diferencia, tenía un solo Dios.
Otra diferencia sustancial que tenía el pueblo judío era que elegían por jefe a
un hombre viejo y sabio, conocido como “patriarca”, es decir, era considerado
como el padre de todos.
En aquella tribu, los hombres tenían un papel
muy importante a diferencia de las mujeres. Hay que recordar que era una tribu
guerrera y los hombres eran necesarios para defenderse y luchar en la guerra y
se requerían hombres fuertes. Por tanto, los hombres tenían derechos de
participar en las decisiones de la tribu.
Las mujeres no, porque no servían para la
guerra. Cuando niña, una mujer, era propiedad del padre, cuando crecía y podía
casarse era propiedad del esposo y después cuando el esposo faltaba era
propiedad del hijo mayor.
Como pueblo guerrero era lógico que de vez en
cuando, tuvieran luchas con los pueblos vecinos y como resultado de esas
luchas, muchos de los hombres de la tribu morían por lo que era necesario que
hubiera muchos nacimientos de varones, para poder reemplazar a los caídos en
batalla y que de esa manera la tribu pudiera seguir existiendo.
Por tanto, un hombre que tuviera muchos hijos
varones era muy valorado y la mujer que le daba muchos hijos a su esposo era
considerada valiosa. Se permitía que los hombres tuviesen una esposa pero
también varias esclavas con las que podían tener hijos.
Y cuando una esposa quedaba viuda, el hermano
de su difunto esposo tenía que hacer el amor con ella, para que la fertilidad
de esa mujer, no fuera desaprovechada y hubiese más nacimientos.
Muchas de las leyes que esa tribu tenía,
servían para conservar su existencia y su cultura. Por eso los hombres y
mujeres de esa tribu sólo podían casarse, con gente de la misma tribu, y no
podían mezclarse con gente de otras tribus o naciones, pues eso supondría
mezclar sus costumbres, cosa que aquella tribu no podía permitirse, porque
suponía perder su propia cultura a favor de culturas extranjeras.
Había otro detalle importante. Cuando un
hombre moría debía heredar a su hijo mayor. Si su esposa hubiera tenido
relaciones con otro u otros hombres. El esposo no sabría, con certeza, si el
hijo al que pretendía heredar era realmente suyo, por tanto, la única forma, que
tendría de estar seguro, era que su esposa no tuviera relaciones con ningún
otro hombre.
Él podía tener relaciones con otras mujeres,
para tener más hijos, pero su esposa no podía tener relaciones con otros
hombres, era importante que tuviera más hijos, sí, pero todos tenían que ser
del mismo hombre, sólo en caso de que tal hombre muriera, entonces, a esa mujer
le “conseguían” otro esposo.
Entonces, todo lo que sirviera para que hubiera
más nacimientos era utilizado como ley y todo lo que no sirviera para ello era prohibido. Así por ejemplo:
Aquella tribu consideraba que cuando las mujeres menstruábamos pasábamos por un
estado de impureza y suciedad.
Entonces las mujeres tenían que alejarse de la
tribu por varios días aún después de terminada su menstruación por lo que
durante todo ese tiempo su esposo no podía tener relaciones con ella. Cuando la
mujer regresaba de sus ritos de purificación el hombre estaba “deseoso” de
estar con ella y eso coincide con el periodo de mayor fertilidad de la mujer
después de la menstruación, por lo que habría mayores probabilidades de que
quedara embarazada.
Afortunadamente las mujeres hoy en día no
tenemos que ser apartadas de nuestras actividades por estar “impuras” una vez
al mes. Este criterio sobre los nacimientos también se aplica a las relaciones
homosexuales y al autoerotismo o masturbación.
Ahora, después de haber revisado nuestras
ideas sobre la pareja demos un vistazo a la filosofía de los poliamor.
El poliamor implica una serie de estilos de
vida alternativos. En la mayoría de los casos, aunque no necesariamente,
implican algún nivel de involucramiento sexual o por lo menos comportamientos
sexuales íntimos.
Los poliamoristas creen que el sistema de
pareja convencional es rígido y antinatural. Que las relaciones sexuales con
varias personas no son un problema, que el problema es la traición de la
confianza que surge al tratar de limitar la naturaleza humana.
Cabe aquí preguntarse ¿los seres humanos somos
monógamos? Tengo serias dudas al respecto. Me inclinaría a creer que la mayoría
y particularmente en el caso de los varones pudiera tratarse de poligamia.
Los poliamoristas dicen que el sexo es una
fuerza positiva si se aplica con sinceridad, responsabilidad y confianza.
Los poliamoristas dicen que el amor es
infinito. Utilizan como ejemplo el caso de los hijos. Cuando un hijo o hija
nace lo amamos, si tenemos otro u otra, no significa que dividamos el amor del
primero, para dárselo al segundo. Algo semejante ocurre con los amigos.
Los poliamoristas dicen que el amar a una
persona no te da derecho de controlar el comportamiento de ella.
Los poliamoristas dicen que los celos no son
innatos, inevitables o imposibles de superar. Sin embargo, se enfrentan
frecuentemente a ellos y suelen manejarlos exitosamente.
Los poliamoristas dicen que el amor debiera
ser incondicional contraponiéndose a la propuesta monogámica que dice: "te
amaré con la condición de que no ames a nadie más" "Renunciando a
todos los demás". Y tal y como lo muestra la historia, la monogamia y el
matrimonio no son salvaguardas para no enamorarse de otra persona.
Los poliamoristas creen en el involucramiento
a largo plazo en una relación, y aunque esta meta no siempre se logra en las
relaciones poli, tampoco se logran necesariamente en la monogamia.
Los
poliamoristas creen que representan "genuinos valores familiares"
Tienen el valor de vivir un estilo de vida alternativo que, aunque condenado
por la sociedad, es satisfactorio y brinda muchas recompensas.
Como
ven, hay elementos importantes para poder reflexionar sobre las distintas
posturas sobre las formas de amar. Puede que el poliamor no sea un tipo de
relación para todas las personas, pero lo mismo podemos decir del amor
considerado tradicional, vale la pena reflexionarlo y encontrar la forma que
sea mejor para cada quién.
Ponencia
presentada en el evento “Día internacional de la mujer” en el zócalo de la
Ciudad de México, 24 de marzo del 2009.
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