TRABAJO O NO TRABAJO, HE AHÍ LA DIFERENCIA.
Por: Psic. y Sex. Alejandra Zúñiga.
Ponencia presentada en San Paulo, Brasil, a
fines del 2004, en un evento organizado por Católicas por el derecho a decidir,
para quien pueda interesarle.
Saludos y agradecimientos.
En una ocasión, en un foro, alguien
formuló la pregunta. ¿Si a las personas transexuales se les diera solo una de
las siguientes tres cosas, con cual se quedarían? ¿Cirugías de reasignación
gratuitas? ¿Legalización del estatus como mujeres? o ¿Trabajo? ¿Cuál elegirían?
Las tres cosas son importantes, necesarias y están estrechamente vinculadas
entre sí. Mi respuesta, como la de algunas colegas fue “Trabajo”, porque
consideramos que si las personas transexuales tienen trabajo asegurado,
eventualmente podrán obtener las otras dos, por lo que el trabajo se vuelve el
prioritario.
¿Cuáles son las dificultades laborales a la que se
enfrentan las mujeres transexuales?
El primer obstáculo son los documentos de
identidad. Para que pueda encontrar
trabajo como mujer, necesito documentos legales que lo establezcan así. Los
documentos a mi nombre masculino que ya poseo no resultan muy útiles. La
formación profesional, las habilidades y la experiencia que posea no cuentan;
porque un posible empleador, solo verá ante sí lo que juzga una incongruencia.
Una persona de apariencia femenina, pero unos documentos que legalmente
respaldan a un hombre, luego entonces, concluirá, que se encuentra ante un
hombre que, quién sabe por qué incomprensibles razones viste ropa de mujer. Y a
partir de ello sacarán sus propias conclusiones, a partir de su propia
desinformación y prejuicios. ¿Resultado?: la posibilidad de emplearse se vuelve
nula.
En
un mundo dónde las imágenes estereotipadas se vuelven mercancías y objetos de
consumo de primer orden, el tener una imagen que se aparta de lo convencional
se vuelve un inconveniente, un elemento de riesgo, difícil de manejar. “Nos
preocupa lo que puedan pensar los alumnos y lo que dirán los padres de familia.
No sabemos cómo manejarlo, por lo que nos resulta más práctico no contratarle”.
Fue más o menos lo que me dijeron en una escuela preparatoria en la que aspiré
para la plaza de profesora en psicología. Lo realmente molesto es que esto no
ocurrió en una primera entrevista, sino después de haber sido aceptada por mi
currículo, después de tres entrevistas y a mitad de un curso de capacitación,
momento hasta el cual se percataron de las diferencias en mis documentos
personales. Sé que mi imagen no es totalmente “pasable”, pero sé que mi
estatura y mi complexión me ayudan, creo que de cada diez personas que me
encuentre en la calle, sólo dos me “leerán” como una persona transgenérica. Si
mis documentos no evidenciarán mi transgénero, tal vez estaría dando clases de
psicología en dicha preparatoria. Por otra parte, si mi imagen no fuera tan
“pasable”, por tener una mayor estatura, una complexión más robusta o rasgos
más duros, eso no cambiaría lo que sé o mi capacidad laboral, mi necesidad de
trabajar sería la misma, pero mi situación se volvería más compleja aún, con
documentos o sin ellos.
¿Pero cómo puede una mujer transexual conseguir documentos
a su nombre femenino?
En
México, existe aún un vacío jurídico al respecto. Son contadas con una mano los
casos de personas que han logrado un cambio legal, e insuficientes para sentar
jurisprudencia. Emprender tal batalla legal implica ser notoria e incómodamente
visible cuando lo que se procura es el anonimato. Dejar de ser percibida como
una persona transexual, porque seguirse asumiendo transexual después de una
cirugía es dejar la puerta abierta a los prejuicios. Con todo, el estigma no ha
sido salvado totalmente. Existe una fuerte resistencia para extender un acta de
nacimiento nueva, hasta ahora, sólo se hace una anotación marginal a modo de fe
de erratas, donde se indica que el antes “Fulano” es ahora “Fulana”, lo cual
sigue evidenciando su condición con los prejuicios que le acompañan.
Recientemente
modificaciones hechas al código civil, en la Ciudad de México, no contemplan a
la transexualidad, ni al transgénero como tales, pero la amplitud de los
términos “sexo” e “identidad de la persona” puede servir como una rendija en el
monolito legal que permita a futuro mejores modificaciones. Por ahora el
proceso de cambio de nombre es lento, al menos dos años, y costoso, unos 70 mil
pesos mexicanos (aproximadamente 12 pesos por dólar americano). Además requiere
que la persona que solicita tal cambio haya pasado ya por una cirugía de
reasignación de órganos sexuales. Porque lamentablemente, la presencia o ausencia
de un pene o una vulva/vagina sigue siendo por antonomasia, el criterio
definitorio de que un hombre y una mujer lo son. Mi vivencia como persona
transgenérica me ha enseñado que un hombre es más que un pene y una mujer más
que una vulva/vagina, pero tal hecho parece ser totalmente ignorado por el
lenguaje y la cultura legal. Aunque desde la sexología hay pruebas desde hace
décadas que documentan la legitimidad de las condiciones transgenéricas,
pareciera que se hablará en idiomas diferentes cuya traducción entre la
sexología y la legalidad resultase imposible aún.
Pero
qué pasa si la persona que solicitase el cambio aún no ha pasado por cirugía,
ya sea porque el costo la vuelve inaccesible, o porque cuestiones de salud la
hacen inviable. O como en el caso de las mujeres transgenéricas, que se vuelve
innecesaria. Resulta entonces que si no hay cirugía de por medio no es posible
ni siquiera pensar en el cambio legal. Legislaciones más avanzadas como la
española ya no requieren que haya cirugía para cambiar el estatus legal de sexo
y género.
Pero
vamos a suponer que una persona desee modificar su cuerpo mediante una de estas
cirugías. Los Estándares de cuidado para las personas con “desordenes de
género” de la Asociación internacional Harry Benjamin de disforia de género,
establecen que para tener acceso a estas cirugías, ha de pasarse por lo que se
llama prueba de la vida real, esto supone que la persona, ha de vivir en todos
los aspectos de su vida de acuerdo al género propio por uno o dos años. Si se tratase
de mi caso, por ejemplo, esto supone que yo viva en todos los aspectos de mi
vida como mujer, lo cual incluye trabajar como mujer, sobre todo si aspiro a
ahorrar los 90 mil o 120 pesos mexicanos que me costaría una cirugía de este
tipo, pero para trabajar como mujer, necesito documentos que me acrediten como
mujer. Aquí se evidencia el círculo, pues sin documentos no hay trabajo, sin
trabajo no hay cirugía, sin cirugía no hay documentos y volvemos a empezar.
¿Cómo puedo avalar mi prueba de la vida real, con vías a una cirugía de
reasignación, si no se me permite trabajar como la mujer que soy?, y digo soy,
porque no es la cirugía o la presencia de una vulva/vagina lo que me define
como mujer.
He
sabido historias de compañeras transexuales, que han recurrido al recurso de
conseguir una acta de nacimiento falsa, a partir de la cual se generan una
nueva identidad, pero sacrificando con ello, su formación y sus años de
experiencia laboral. “¿Cómo puedo decir que yo la “ingeniera tal”, trabajé 10,
15 ó 20 años en tal compañía, si cuando llamen para pedir referencias dirán que
no conocen a la “ingeniera tal”; que trabajo con ellos un “ingeniero tal” pero
que obviamente no puede ser la misma persona.” Me comentó hace años una amiga.
Técnicamente
las personas como Yo, estamos infringiendo la ley, porque la ley no nos
reconoce. Se nos puede acusar de falsificación de documentos, por tal razón,
somos delincuentes e indocumentadas en el propio país. Si algún delito se
cometiera en mi contra o sufriera atropello por parte de alguna autoridad, ¿Con
qué confianza podría presentarme a hacer una denuncia, para que se me haga
justicia o se respeten mis derechos humanos si sé que en vez de ello, puedo
terminar detenida?
He
sabido de profesionistas que al asumir su condición femenina, reciben pagos más
bajos a los recibidos en su anterior presentación masculina, sus conocimientos
son cuestionados y en ocasiones, tales personas se han visto obligadas a tomar
empleos totalmente ajenos a su formación profesional, lo que supone un cambio
de oficio las más de las veces mal pagado y
desventajoso.
Hay
tres nichos laborales donde se suele encasillar a las mujeres transgénero.
El salón de belleza, el show travesti y el
trabajo sexual. Me parece bueno que existan estas opciones laborales que tienen
su historia y su lugar como conquistas. Lo que no me parece adecuado es que se
restrinjan las posibilidades laborales sólo a ello. ¿Qué hay si en mi caso,
como supongo en el de muchas de las presentes, no tenemos vocación o interés por
ninguno de estos tres trabajos? ¿Dónde podremos desempeñarnos profesionalmente?
Hoy
las mujeres transgénero enfrentamos una situación similar a la que muchas
mujeres enfrentaron al término de la segunda guerra mundial, cuando se lanzaron
a trabajar fuera de casa. Hoy las mujeres transgénero nos vemos obligadas,
muchas veces, a trabajar más, recibir menos pago por ello para demostrar que
somos iguales.
Con
todo, he de considerarme una mujer afortunada, cuento con una formación
universitaria, que si no siempre me ayuda a colocarme laboralmente, me ha dado
herramientas para enfrentar la adversidad, estoy consciente que hay muchas
otras compañeras que no cuentan con tal privilegio. Cuando vives en un mundo
que te niega tu nombre, tu identidad, el derecho a trabajar, el derecho a
armonizar tu cuerpo, el derecho a ser querida y querer como miembro de una
familia, una pareja o una comunidad. Cualquier herramienta que alimente tu
esperanza de cambios para mejorar, se vuelve valiosa y puede hacer la
diferencia. Gracias por su atención y espero que este momento resulte tan
valioso para ustedes como lo ha sido para mí.
De nuevo mencionaré que para el 2007 La Asociación Internacional de Disforia de Género,
Harry Benjamin (HBIGDA), cambiaría de nombre a la Asociación Mundial de
Profesionales para la salud Transgénero (WPATH) como una forma de apoyar
las reivindicaciones por la despatologización.
Y que pare el 2008,
se concretaron en México, las reformas legales que permitieron hacer cambios
legales a través de un costoso procedimiento. Habrían de pasar más años para
llegar a una opción más económica. Y como le he mencionado también en otros
escritos. Tener documentos legales a nombre propio, no es una garantía laboral.
:-(
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