Cuestionándome y redefiniéndome en el 99
Por Alejandra Zúñiga
Originalmente esta es una nota personal
que escribí solo para mí misma, después de uno de los talleres de la formación
en sexología, cuando todavía estudiaba y trabajaba en el Instituto Mexicano de
Sexología.
Una formación en sexología implica
además de aprender y ganar conocimiento sobre la sexualidad y su estudio, la
revisión constante de las propias actitudes, valores y conocimientos aprendidos
previamente en nuestra vida. Se me habían juntado ya muchas cosas entonces. Escribir
y hacer esquemas a veces me ayuda a clarificarme a mí misma.
¿Qué me ha pasado últimamente?...
Me encuentro y me reencuentro con las
fantasías de feminización forzada. Me sorprende en que me gusten tanto, el que
me exciten en gran manera, aquí distingo dos tipos de excitación, una es no
sexual, aunque tiene componentes sexuales a nivel fisiológico.
Además me sorprende en que me
involucre tanto en una historia (Alex regret) al grado de sufrirla y
disfrutarla al mismo tiempo. Es como si una parte de mi “brincara” oponiéndose
a la feminización.
Esto me hace inferir la existencia de
un nivel primitivo de conciencia, donde vivía una guerra genérica y mis propias
fantasías de feminización. Siento que al leer estas historias reactive parte de
este nivel.
Durante el taller de herramientas
didácticas me pasan muchas cosas, particularmente en las dinámicas.
En la dinámica de lenguaje corporal.
Me trueno, porque lo que vi no me gustó. Me dolió mucho. Por un lado vi la
imagen de una persona nerviosa, frívola, inquieta, y son cosas que no me
gustan.
No fui capaz de reconocerme. Lo cual
me lo reprocho. Tomó conciencia de que no le hago mucho caso al lenguaje no
corporal y estoy desconectada en buena parte del mío. Me lo reprocho.
Me siento muy limitada al efectuar la
imitación que me tocó. Me lo reprocho. Hago esfuerzos desesperados por mantener
el control porque no quiero hacer escenitas, Me lo reprocho. Bety me refleja,
me insta a que me de la oportunidad de conocerme más dejando de controlarme de
vez en cuando.
Me cuestiona el uso que hago del
autoreproche. Yo me cuestiono, que parte de mí me reprocha. Me doy cuenta que soy mi discurso, mis ideas,
mis rollos, etcétera. Si los quito, no queda nada de mí. Me cuestiono.
¿Realmente soy eso? ¿Me gusta serlo? ¿Tiene algo de malo que lo sea? ¿Por qué
he tenido que serlo?
Creo que en ese momento me sentí
desvalorizada. Tomó conciencia de que nunca puedo alcanzar la imagen que
quiero, y me lastima, cuando otros me la reconocen.
En la dinámica de los rompecabezas,
me enojo por ser observadora. Me debato entre cumplir y negarme, pretendo hacer
las cosas a mi manera, pero me sigo debatiendo con el cumplir.
Acabo molesta. Intelijo que somatizo
mi coraje. Acabo enganchada y predispuesta, me siento un tanto fuera de jugada
y no se si pueda seguir participando.
En la dinámica del temblor elijo ser
silente. Me ayuda a sobrellevar mi enojo, el ejercicio físico también me ayuda.
Me ayuda a bajarme el coraje somático. Durante todo el ejercicio me mantengo
serena como resultado de haberme desconectado de mis emociones.
Tomo conciencia de la necesidad que
tengo de ser salvadora. Bety me cuestiona. ¿Cómo puedo salvar a alguien si no
me salvo primero? ¿Qué necesito para ser salvada? Tengo ideas al respecto, más
adelante las expongo.
Durante la dinámica del amor, Me doy
cuenta que tengo dividida mi idea del amor, por un lado, mi marco conceptual y
teórico, de mis años de juventud, “el amor es un enigma”, “no sé lo que es”.
Por otro la vivencia que he tenido con Rosario, que no me checa con las ideas
expuestas en el grupo, ni con mis conceptos.
Me veo imposibilitada para verter tal
vivencia en conceptos. Además no sé si deba hacerlo o no. Me doy cuenta que en
un nivel primitivo, no me quiero y soy incapaz de darme un regalo, porque no sé
que necesito y no sé cómo alcanzar tal nivel.
No obstante a un nivel más consciente
y razonado, me doy cuenta que me quiero, estoy contenta y satisfecha conmigo
misma, pero intuyo que por eso me cuesta tanto trabajo reconocer mis méritos y
dependo tanto de los y las demás.
Como resultado de lo anterior
desarrollo las siguientes ideas.
Mi atracción por las fantasías de
feminización forzada y el ruido que me producen me demandan modificar mis
esquemas sobre la transexualidad, cuestionando mi calidad de transexual.
O modifico mis esquemas o modifico mi
definición como transexual. Esto porque la atracción por la feminización
forzada. Puede verse como un fetichismo, entonces o no soy transexual o soy una
transexual fetichista.
Intuyo la existencia de dos niveles
el primitivo y el intelectivo más consciente. A nivel primitivo estas fantasías
me hacen mucho ruido quiero averiguar porque. Analizo.
Encuentro sentimientos encontrados en
el feminizado y encuentro que el poder de la feminizadora se basa en que el
feminizado mantenga su identidad como varón, mientras lo haga se sentirá avergonzado.
Sufro y disfruto tales fantasías.
Me doy cuenta que a un nivel
primitivo no me quiero. Me siento lastimada por que siento que en algún momento
necesite ser salvada y nadie me salvó. Intuyo que fue culpa mía, que no merecía
ser salvada.
Me convierto en salvadora para
salvarme a mí misma. En la medida en que salvo a otros me salvo a mí misma, más
nunca acabo satisfecha. En el proceso de convertirme en salvadora negué mi
necesidad de ser salvada.
Me vi obligada a revalorarme ante mis
ojos haciendo cosas que levantaran mi autoestima. Disfruto más siendo salvadora
que siendo salvada, pero mientras no sea salvada seguiré insatisfecha.
Necesito confrontar mis emociones de
la necesidad de ser salvada. Necesito permitir que me salven y después deconstruir
la necesidad de ser salvada. Para después replantearme si quiero seguir siendo
salvadora.
Necesito aprender a quererme en ese
nivel primitivo al que aparentemente no puedo llegar desde mi plataforma
intelectiva. Al parecer el camino es revivir mis emociones de entonces y darles
un buen final. Ello implica analizar que sentía, porque lo sentía, que hice, y
como fui creciendo con ello.
Encuentro semejanzas tanto en mis
guiones heroicos de varón como en mis guiones de feminización forzada. Ambos me
permitían negar mi dolor, mi tristeza y mi miedo.
Requiero analizar como funcionaban.
Requiero analizar la construcción de mi Deber ser, y de las cualidades que
admiraba y que introyecté como definitorias de mi personalidad.
Me doy cuenta que mis sentimientos de
dolor y rechazo son previos a mi conceptualización de género, aunque es posible
que después haya superpuesto niveles, identificando mi dolor y mis sentimientos
con mi parte femenina y nombrando a mi parte masculina la salvadora y
redentora, con la obligación de ser fuerte y estoica.
Me sigo preguntado ¿Quién soy? y
¿Quién quiero ser? Me da miedo pensar en dejar de ser Alejandra, ya lo platique
con Rosario y me siento más tranquila. Necesito revisar mi personalidad.
17 de diciembre de 1999.
En la foto,
dando un testimonio sobre transgénero en el Imesex, cuando yo todavía era parte
del grupo “Eon, Inteligencia transgenérica”.
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