El oráculo de Delfos
Editado por Alejandra Zúñiga Reyes
¿Me conviene este pacto? ¿Tendré éxito en mis negocios? ¿Con
quién debo casarme? Cuando se enfrentaban a una decisión difícil, los hombres y
mujeres de la Antigüedad se hacían preguntas muy parecidas a las nuestras y,
como nosotros, preferían no arriesgarse sin garantías. Los dioses eran los
únicos que podían ofrecer esa clase de respuestas, pero para comunicarse con
ellos era preciso recurrir a intermediarios.
Los más comunes eran los mantei, o videntes
profesionales, que ofrecían sus servicios en las ciudades. Sus presagios solían
basarse en el vuelo de las aves o en las vísceras de animales sacrificados. No
todos los videntes gozaban del mismo prestigio. Si el asunto era importante y
uno podía permitírselo, consultaba a un oráculo. Y el mejor de los
oráculos estuvo durante más de mil años en Delfos, al pie del monte Parnaso.
La leyenda dice que estuvo consagrado a Gea, diosa de la
tierra, y a su hija Temis, hasta que llegó Apolo, engañado por la ninfa
Telfusa. Esta le había asegurado que el lugar era ideal para fundar un
oráculo, sin advertirle que allí vivía una serpiente monstruosa.
Apolo derrotó a la serpiente junto a la fuente Castalia y
dejó que su cuerpo se pudriera. En adelante se lo recordó como Pitón, que
en griego significa exactamente eso, “pudrirse”. Tras castigar también a la
ninfa, el dios reclutó a sus primeros sacerdotes.
Para ello adoptó la forma de un delfín, saltó a bordo de un
barco procedente de Creta, lo guió hasta la costa y ofreció a los marineros un
nuevo puesto a su servicio. Desde entonces la zona recibió el nombre
de Delfos, delfín en griego.
¿En qué consistía una visita al oráculo? En esencia, el
proceso siempre era el mismo. Cada peregrino debía purificarse, pagar una
tarifa y ofrecer un sacrificio a Apolo.
En el oráculo había una sacerdotisa, la pitia, o pitonisa y
un hombre conocido como profeta o
sacerdote.
Si se le consideraba digno al peregrino, el sacerdote le
citaba y tomaba nota de su pregunta días antes del encuentro con la pitia, la
verdadera protagonista del rito. El orden de consulta se establecía por sorteo,
aunque determinados benefactores del templo tenían derecho a saltarse la cola.
Durante la espera se aconsejaba guardar una actitud
reflexiva y respetuosa. Para ayudar a los viajeros en sus meditaciones, los
muros estaban cubiertos de inscripciones atribuidas a los Siete Sabios de
Grecia, desde la célebre “conócete a ti mismo” hasta recomendaciones tan
prácticas como “no desees lo imposible” o “todo con moderación”.
La pitonisa era entrenada desde pequeña, y era escogida por
los sacerdotes, ya que debía tener unas cualidades especiales y vivir rodeada
de pureza física, psíquica y espiritual.
Se encontraba en el recinto del templo que se llamaba
“adyton” (literalmente «lugar en el que no se puede entrar»). Recibía al
consultante sentada sobre un trípode de madera de laurel. Las patas
simbolizaban el pasado, el presente y el futuro, lo cual venía a significar
otra enseñanza interesante: "Sin aceptar el pasado, sin conocer el
presente, ningún futuro puede construirse".
La manera que tenía de revelar el mensaje nos la cuentan
numerosos historiadores, poetas y filósofos clásicos: Esquilo, Cicerón, Plinio,
Estrabón, Diodoro, Platón, Pausanias y Plutarco, quien, además, fue sacerdote
del templo en el siglo II. Todos coinciden en lo mismo: la sibila recibía a los
caminantes y escuchaba su pregunta.
Aspira unos gases que provienen del fondo de la tierra,
entra en estado de trance y revela el mensaje de Apolo.
Según unas versiones, la pitia entraba en trance y
murmuraba incoherencias que los sacerdotes varones se ocupaban de traducir.
Otras fuentes aseguran que la sacerdotisa hablaba con calma y sensatez.
Aunque sagrado, su papel era únicamente de
mediadora. Sus palabras expresaban la voluntad del dios y pocas veces
se ponían por escrito. Por eso resulta difícil probar la autenticidad de los
oráculos que nos han llegado.
En el adyton (el lugar del templo en el que se
hallaba la sabia mujer) se encontraba la siguiente inscripción:
"Te advierto, quienquiera que fueres tú, que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses".
Tomado de:
https://miviaje.com/que-es-el-oraculo-de-delfos/
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