Hipótesis sobre porque he vivido en carencia, (I-C) Mi madre, de otra vida

Por Alejandra Zúñiga.

Cuando todavía estaba trabajando en la línea de Tarot por ahí de 1997, entre llamadas empecé a escribir un relato que pretendía ser un cuento erótico. Me tomó tiempo el retomarlo, y al escribirlo, a lo largo de años, se convirtió en una larga novela, aún inconclusa, que de alguna forma tomó su curso y vida propia.

Una historia en un contexto de espada y hechicería. El “El aprendiz”, sigue las aventuras y desventuras del o la protagonista, se trata de un joven guerrero que ha caído en desgracia y acude en busca de ayuda con una poderosa, pero no menos peculiar hechicera.

Este personaje de la hechicera, me llegó a intrigar con el tiempo. Se trataba de una poderosa guerrera hechicera, muy hábil y docta, gran maestra, cuando quiere serlo, una mujer muy severa y justa, pero también muy exigente que podía ser muy cruel, burlona e hiriente cuando se lo proponía; recursos que utilizaba en su enseñanza, de magia y guerra.

Soy ambivalente ante el personaje. Me encanta y le admiro, pero también me aterra. Me llegué a preguntar de donde me había inspirado para crearlo, pues no le encuentro semejanzas con nadie de mi familia, ni con nadie que hubiera o haya conocido en mi vida.

Desde “mi yo psicóloga”, al analizar la historia, sería lógico suponer que “la autora”, tiene un fuerte conflicto de autoridad con la figura femenina. Sin embargo, en mi vida, no me parece que tuviera tal conflicto. Así que la inspiración del personaje me fue un misterio por mucho tiempo.

Fue una larga suma de muchos eventos ocurridos a lo largo del tiempo, que no voy a detallar por ahora, los que me llevaron a descubrir la posible inspiración. No obstante, mencionaré algunos elementos claves.

Durante mi formación como sexóloga y sensiblizadora de grupos, me tocó hacer varios ejercicios de fantasías guiadas que comenzaban con una relajación. Estos ejercicios no son muy diferentes a algunas técnicas meditativas, como las que aprendí años después, que pueden desarrollar la sensibilidad tanto física como emocional.

También durante dicha formación, descubrí, que la historia que yo me había contado durante muchos años, pensando que yo era emocionalmente insensible. Era falsa, claro puede entenderse que si todo el tiempo me la pasaba en la cabeza y racionalizando, tuviera minimizada mi percepción física y emocional.

Entonces, descubrí que no sólo, no era insensible, sino que me ocurría justamente lo contario, era hipersensible, a tal grado que los estímulos emocionales, me resultaban dolorosos, supongo que eso es lo que me llevo a bloquearlos, un mecanismo que sería también consecuencia de mis condiciones de nacimiento.

Conforme fui desarrollando mi sensibilidad, en algún momento empecé a experimentar memorias corporales espontáneas, como pulsaciones musculares y temblores involuntarios, e incluso lo que di en llamar, “dolores fantasmas”. 

Como una consecuencia de mis lecturas sobre terapia Gestalt, cuando se presentaban, de ser posible; dejaba que fluyeran, preguntándome que era lo que me querían decir. Esto fue dando lugar, a episodios de contacto, estados alterados de conciencia, donde al interactuar con estas sensaciones corporales, surgían emociones y fragmentos de escenas, historias varias.

Que yo supuse podrían ser memorias de otras vidas. Una de ellas, armada con varios fragmentos recuperados en distintos episodios, resultó particularmente perturbadora para mí, pero a la vez esclarecedora.

Desde mi “yo racional”, me es más fácil pensar que todo fue una fantasía, tal vez, una alucinación producida por un brote psicótico. Pero desde mi parte intuitiva, no estoy muy segura.  

Me vi siendo una joven en una comunidad agrícola. Una comunidad, teocrática, donde se veneraba a una diosa madre, dadora de vida y muerte. Una diosa cuya voluntad era ley, una diosa, cuyo poder divino o mágico le permitía tomar las emociones negativas de su pueblo y neutralizarlas, manteniendo el balance natural y social.

Una diosa que podía ser muy dura para mantener el equilibrio, transformando el dolor del mundo. Una diosa a la que todos, incluyéndome consideraban una madre, ¡Una diosa madre! Por supuesto, una diosa encarnada o personificada, por una mujer. Mi madre.

Me veo como una jovencita alegre y sencilla, con una vida simple y sin muchas inquietudes. Soy hija de la diosa, no solo por ser parte de esa comunidad, sino porque estoy emparentada con ella. Hay otras jóvenes, hijas de la diosa, mis hermanas, a alguna de ellas le corresponderá en su momento, suceder a mi madre diosa cuando ya no pueda cumplir con su tarea.

Pero algo ocurre, Diosa madre rompe la tradición. No me correspondía, había muchas otras antes que yo, pero mi madre me elige para sucederla, yo me opongo y me resisto al principio. ¿Pero cómo puedes oponerte a la voluntad de la Diosa madre?...  acepto mi destino.

Madre me empieza a instruir en su magia y mis deberes, es doloroso, ella es exigente y yo me esfuerzo por complacerla y aprender todo lo que me enseña. Me convierto en su mano derecha y su ejecutora. A mí me toca ver que sus órdenes sean cumplidas y en ocasiones administrar y ejecutar su justicia. Es diosa de vida y muerte.

Yo cumplo con mi labor lo mejor que puedo. Un día, empiezo a notar, que madre está siendo más severa y dura que de costumbre. Su justicia, se vuelven castigos crueles y sangrientos que yo debo ejecutar en quienes son juzgados. Entiendo que esto es necesario y cumplo su voluntad lo mejor que puedo. Pero cuando la violencia aumenta sin medida, ya no puedo entenderlo.

En una ocasión, desobedezco a madre, en ejecutar un castigo y entonces, la castigada soy yo. Madre me castiga brutalmente, destruye mi garganta, y corta mis muñecas y antebrazos. Pero no muero, conservo mis manos que ahora son inútiles y pierdo la capacidad del habla.

Tanto mis manos como mi voz, eran necesarias para la magia que hacíamos, mi madre así me ha despojado de ella. Mientras estoy convaleciente, madre continúa esparciendo crueldad y sangre de manera innecesaria, a mi parecer.

Pero es la Diosa Madre, es su función y derecho. Todo el equilibrio, toda la existencia se ve amenazada, se me ocurre lo impensable, hay que detener a Diosa madre. ¿Pero quién podrá detener a la diosa creadora de todo, dueña de todo, de la vida y de la muerte…?

No hay nadie, nadie puede. Nadie podría… excepto… No me gusta, no quiero hacerlo, pero si yo no lo hago nadie lo hará y el mundo perecerá. Con ayuda, consigo atar afiladas navajas a mis inútiles manos.

Cuando madre va a visitarme finjo una reconciliación, me acercó a ella, con las manos ocultas. Nos abrazamos, estoy muy triste y lloró mientras las navajas se hunden en madre, madre sorprendida e iracunda intenta librarse de mi abrazo, pero no lo permito.

También, me ataca, y me hiere de muerte. Pero no la suelto. Hasta que la vida, se nos escapa a las dos. He matado a mi madre, he matado a la diosa. Y la diosa me ha matado y maldecido.

Si sigo con la idea de Hellinger de que madre, vida y dinero son una misma energía, creo que estoy algo frita.

Si bien, se supone que es una memoria que ya había sanado, e incluso sané específicamente en una sesión de regresión a vidas pasadas. La que fue mi madre, en esa vida, que no tiene nada que ver mi madre en la vida actual; me había perdonado y nos habíamos perdonado mutuamente. Sigue siendo un recuerdo intenso, que cada vez, cuento, o escribo, vuelvo a re-sentir, y me desestructura.

Puedo racionalizarlo todo lo que quiera y lo hago para minimizar el impacto emocional que me produce. Supongo que quien sea ateo(a) no tendrá forma de dimensionarlo, pero a los que son creyentes. Imaginen que el dios en el que creen, quien ha creado la vida y controla el universo.

El dios de generaciones y generaciones, un día, se vuelve malo. ¡Enloquece!... ¡Dios se ha vuelto loco! Es un destructor sanguinario. Que acabará con toda la vida. Y solo se puede detener, matándolo. Y eres tú quien tiene que matarlo. Matar a Dios.

Me parece que de ahí surgió la inspiración para el personaje de mi novela. Me inclino a creer que es algo que tengo que seguir sanando, en muchas capas, posiblemente un patrón que se repite de forma diluida en otras de mis vidas, y muy diluida en mi vida actual.

En comparación mi situación con mi madre en esta vida es un dulce. Me siento más en deuda, anhelo más el amor de aquella madre de otra vida y me perturba emocionalmente más, que mi relación con mi madre actual en esta vida. Creo que seguiré buscando e intentando sanar ese patrón, pero aún no tengo muy claro el cómo hacerlo. 

 

Publicado originalmente 20 de marzo de 2019

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