Conocimiento absoluto
Por Alejandra Zúñiga Reyes
Cuando vi ese poster en una tienda de regalos, tendría yo
unos dieciséis años y estaba cursando el bachillerato tecnológico en la escuela
vocacional.
La imagen mostraba a un changuito en actitud pensativa y
tenía un letrero que decía “Justo cuando había encontrado todas las respuestas
de la vida… Me cambiaron las preguntas”.
Ese cartel me encantó. Cómo lo he mencionado muchas veces,
siempre he tenido algo de filosofa aficionada, y aunque a mis dieciséis años
podría tener algunas dudas existenciales importantes, como las relativas a mi
identidad sexogenérica o el sentido de la vida… También creía, ingenuamente,
tener una imagen clara de cómo funcionaba el mundo, que es lo que estaba mal y
que tendría que hacerse para arreglarlo.
Me parece que la leyenda de ese cartel me mostraba dos
momentos importantes. El primero, “haber encontrado todas las respuestas de la
vida”. Vaya, ahora creo que quien pueda jactarse de haber encontrado todas las
respuestas de la vida, sería un sabelotodo, y en cierta forma, “¡un poseedor de
la verdad absoluta!”
El segundo momento viene con el “Me cambiaron las
preguntas”. Un impresionante momento de revelación… que puede ser terrible si
habías asumido la primera parte.
Pues me parece, que es algo que la vida suele hacer. Cambiarnos
las preguntas. Porque creo que la única forma en la que puedes saberlo todo, es
que tu mundo o tu universo, sea muy, muy pequeño.
De esa forma todo lo que tengas que saber, que abarcaría
todas las respuestas a tu pequeña vida, sería en realidad un conocimiento muy
reducido o limitado, que sin embargo, has tomado erróneamente como el todo.
Como conocer una gota de agua, y asumir que conoces todo
sobre el océano. Así es que si sigues estando viva y creciendo no será raro que
con cierta frecuencia el Universo te cambie las preguntes, te muestre algo que
no conocías y te haga ver que tan pequeño es tu conocimiento. Cobra así sentido
la frase del filósofo griego Sócrates, “Solo sé que no sé nada”.
Pero a los dieciséis años, como dije, es fácil creer
ingenuamente que lo sabes todo, o al menos, todo lo importante de lo que hay
que saber. Tal vez no tengas la arrogancia para asumir que eres el poseedor(a)
de la verdad absoluta, aunque a veces te comportes como tal, con más o menos
modestia.
Y cuando creces, la cosa se pone interesante. Porque puede
que la vida te cambie las preguntas de inmediato, o puede que te deje gozar o
sufrir de esa ilusión por algún tiempo.
Y hay que decir que a veces nuestro sistema educativo y de
formación profesional, te puede mantener en esa ilusión por más tiempo. Pues
aunque divide el conocimiento en partes o parcelas para que te especialices en
un área específica.
Sutilmente, te hace creer que lo sabes todo, al menos de esa
área específica y por supuesto, si llegaste hasta cursar estudios
universitarios. Asumes que tienes una buena idea de todo el conocimiento en
general, de todo lo que hay que saber, de todo el conocimiento de la humanidad.
Además, al convertirte en experto de tu área, asumes o
simplemente se da, que empieces a hablar con toda la autoridad que el peso de
ese conocimiento te dé, y se convierte a la vez en el filtro y el rasero con el
que interpretas al mundo, a la vida y al Universo.
Te crees un experto(a) porqué estás hablando desde el saber
y el conocimiento que tus largos años de estudio y disciplina te han
proporcionado. Por supuesto que eres un conocedor del tema y puedes hablar con
autoridad del mismo. Y tal vez sin que te des cuenta te has colocado en la
posición del “poseedor de la verdad absoluta”.
¡Poseedor de la verdad absoluta! Tal título, no es solo una
figura anecdótica, retórica pretenciosa y arrogante. Me parece que en realidad,
es parte de una de nuestras herencias cognoscitivas.
¿Alguna vez has poseído la verdad absoluta?...
Una idea que fue heredada y retomada por el positivismo
filosófico, fue que existe una sola Verdad absoluta (sí, con mayúscula inicial).
Y que esta es susceptible de ser conocida por medios científicos, como fruto de
la lógica y la razón.
Puede que los fenómenos naturales sean susceptible de ser
descritos y explicados por medio de leyes universales, en su totalidad, algún
día. Pero cuando tratamos de aplicar las mismas reglas a los asuntos humanos, sobre
todo a su subjetividad, me parece, podemos caer en una serie de errores y
paradojas.
Estoy de acuerdo en que los seres humanos poseamos los
mismos derechos y las mismas necesidades básicas, pero de ahí a creer que
existe una especie de ser humano estándar, que se satisfaga con las mismas
respuestas y gustos, en todos los casos. Y sea más o menos intercambiable, es
dónde a mi parecer, empiezan a surgir las dificultades.
Porque para empezar cada persona suele tener gustos, intereses
y una opinión propia. Y si suponemos que también en asuntos humanos existe una
y solo una única verdad. Todos creen poseerla.
Y asumimos que quienes piensan igual que nosotros tienen la
razón, y quien piensa diferente. Necesariamente está equivocado, está en un
error. De aquí surgen las polarizaciones.
El punto es que posiblemente quien piensa diferente, también
se atribuya el ser poseedor de la verdad y considere que somos nosotros quienes
nos equivocamos. ¿Y quién tiene la verdad entonces?...
Sé que en profundidad, esto puede dar cauce para muchas
palabras y debates filosóficos… Pero por ahora, prefiero dejar esas reflexiones
a alguien más. Y ahora me pregunto para mí misma, ¿Cómo es moverse en el mundo,
cuando sabes que no tienes la verdad absoluta?…
Y que no puedes tenerla. Que lo que conoces y crees saber…
puede estar equivocado, o en el mejor de los casos, ser un conocimiento o una
verdad relativa o parcial. En parte estás en lo cierto, pero en parte, también
estás equivocada…
Y de nuevo, en el mejor de los casos, solo puedes asumir: “Hasta
donde sé, hasta dónde los hechos conocidos muestran, hasta donde sabemos… las
cosas son así…” ¿Pero son solo así?... ¿Es todo lo que hay que saber al
respecto?... ¿Hasta dónde llegan tus certezas en Ciencia, Religiones o Magia, o
cualquier otro conocimiento heredado y aceptado por la costumbre y o la
tradición?
No tengo el 100% de certezas, eso significa ¿qué me muevo en
el 100% de incertidumbres?... ¿Se dan cuenta como me polarizo de nuevo?... Y es
que después de todo nuestro sistema cognitivo está formado y acostumbrado a
pensar en dicotomías, en extremos y oposiciones, día noche, bueno malo, todo
nada…
Desde un punto de vista físico, nos cuesta trabajo darnos
cuenta y pensar que entre la luz y la oscuridad hay un rango de colores y
tonalidades…
Supongo que para mí, en la actualidad, me resulta más útil,
en vez de pensar que las cosas pueden ser blancas o negras, todo o nada. Pueden
ser ciertas o falsas hasta cierto y punto; y con frecuencia sujetas a interpretación.
Dependiendo desde la o las perspectivas desde donde valoremos.
Así que desde ahí me resulta fácil asumir que hay campos en
los que puedo considerarme conocedora y/o experta y campos en los que soy
terriblemente ignorante.
Y me resulta útil entonces, más asumir que algo es cierto o
falso, intentar verlo desde otras perspectivas, valorar hasta qué punto es
cierto o falso, o en qué circunstancias. Como afecta o mueve mis propias
creencias y conocimientos. Su utilidad para fines prácticos. Y sobre todo, de
dónde viene mi conocimiento y porque creo lo que creo.
A veces me doy cuenta, que algunas cosas en las que creo, no
están basada en la lógica y la razón, y me parece que está bien.
A veces hay cosas en las que creo tan solo por fe. Porque la
verdad, los hechos, o las circunstancias que me tocaron vivir o en las que
vivo, me resultan tan duras y crudas desde la perspectiva que aprendí a mirarlas,
sea heredada o aprendida, que necesito creer en algo que no puede ser
comprobado científicamente, pero que me da esperanza y cierto alivio a mis
dolores existenciales. Y me permiten seguir viviendo.
Y como asumo que no soy la única que requiere de tales
muletas existenciales para existir, la empatía siempre es bienvenida, es una
sociedad que favorece la pluralidad, la diversidad, los diálogos y distintas
perspectivas e interpretaciones.
Decía, Jalil Gibrán, para decir la verdad se necesitan dos
personas, una que la diga y otra que la escuche. ¿Estamos listxs para escuchar
otras perspectivas, aunque no nos gusten, no estemos del todo de acuerdo con
ellas y asumir que lo que pensábamos y creíamos, puede estar equivocado?...
“Cada quien habla según cómo le va en la feria”
Seguiré pensando en ello.
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