La araña
Por Alejandra Zúñiga Reyes
En una ocasión, cuando tenía no más de cuatro años, una tía
quiso hacerme un pequeño regalo, en mi mano abierta y extendida puso algo. Era
negro y tenía patas, en cuanto lo vi grité y comencé a llorar. Y sin importar
cuantas veces la tía y mi madre me dijeron, que no era de verdad, que era un
juguete, que no me haría daño, yo no paraba de llorar y de gritar.
Yo sabía muy bien que no era de verdad, sabía que era una
araña de plástico, un juguete, pero a pesar de saberlo, mirarla y sentirla en
la palma de mi mano, rebasaba mi entendimiento, y la sensación era más grande y
aterradora que mi comprensión. Hasta que la araña de plástico rígido no fue
retirada de mi mano y desapareció de mi vista fue como pude calmarme.
¿Es algo tonto?... A veces me lo pregunto… Aún a mis cuatro
años, me quedaba claro que no era real, pero como dije, la sensación que
producía era más aterradora que mi entendimiento.
Hoy en día, tengo muchos más años, y quiero pensar que
comprensión, mi entendimiento y mi capacidad de razonamiento han crecido junto
conmigo, y sin embargo, me sigue sorprendiendo la cantidad de veces que me
encuentro en mi propia vida y en la de otras personas, situaciones que son como
una araña de plástico en la mano.
Racionalmente las entiendes, sabes de que se trata, sabes
que no tendrían por qué hacerte daño y sin embargo en tu corazón sufres y te
lamentas… Porque a pesar de la evidencia de la lógica, la razón y los hechos. De
alguna forma, en tu corazón, duele, porque en tu corazón lo percibes de otra
manera... ¿Cómo hacerle entender al corazón?...
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